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Todo lo que quería saber, lo aprendí jugando Vampire (IV).

Todo lo que quería saber, lo aprendí jugando Vampire (IV).


IV. Cien años de oscuridad

Cuando es exitoso, un juego de rol deja de ser un juego de rol y se transforma en un proyecto multimedia. Por ejemplo, en el caso de Vampire no era uno sino en realidad tres juegos de rol: el propio Vampire: The Masquerade, ya descrito; Vampire: The Dark Ages, situado históricamente en la baja Edad Media; y The Masquerade. Mind’s Eye Theatre, para juegos de rol en vivo, es decir, juegos en los que te disfrazas como tu personaje y actúas todas sus acciones. Además, hay también un par de juegos de video, una serie más o menos exitosa de historietas, el obligatorio merchandising —pins, playeras, mancuernillas y tazas de café—, un serial de televisión (que fracasó estrepitosamente) y un gran número de cuentos y novelas.

¿Una serie de vampiros porducida por Aaron Spelling?[Una reunión de vampiros, en la espantosa serie Kindred: The Embraced]

Pocos meses antes de entrar a la universidad, me compre la primera antología de cuentos de vampiros que salían bajo el auspicio de Vampire. La antología llevaba por título The Beast Within (El monstruo interior) y tras de haber leído muchísimos cuentos y novelas de vampiros de todo tipo, puedo decir que esa es una de las mejores antologías, sino es que la mejor; lo cual de todas formas no es mucho decir. Uno de los cuentos de la mencionada antología, haciendo eco de un poema de Dylan Thomas, se títulaba “The Art of Dying” y contaba la historia de un pintor de San Francisco, Anton, cuyos maravillosos cuadros de atardeceres en la ciudad llaman la atención de un par de vampiros. Ambas —los no–muertos prefieren el término vampiro para los dos sexos— desean transformar a Anton en vampiro y para resolver la disputa piden la intermediación del Príncipe vampiro de San Franciso. Éste, cual sangriento Salomón, decide que lo mejor será que el propio artista decida cual de los dos vampiros lo inducirá al mundo de la noche. Sin embargo, cuando van a darle noticia de la resolución de Príncipe, Anton ya ha decidido por sí mismo. Antes de enfrentar una eternidad sin atardeceres, el pintor se cuelga de una viga de su estudio.

Ese cuento en particular me llamó mucho la atención; incluso, un par de años después, haría una traducción a modo de regalo de cumpleaños. También, me dio una nueva idea sobre lo que se podía hacer con Vampire y, durante las siguientes semanas, creé un conjunto de historias para nuestras sesiones de rol, inspiradas por la lectura de la antología. Eran historias tétricas, trágicas, sobre hombres y mujeres que lo pierden todo en camino hacia la inmortalidad y se veían envueltos en una red de intrigas demasiado antigua y terrible. De acuerdo al manual de Vampire, la no–vida de un vampiro estaba gobernada por el Acertijo: “Un monstruo debo ser, para evitar convertirme en uno” y yo trataba de explotar esa máxima en cada una de las sesiones de juego. Del lado de sus jugadores, esas historias también representaban la entrada a un mundo más grande y oscuro que aquél al que las paredes de la escuela nos tenían acostumbrados. Éramos capaces de mirar hacia el abismo desde la distancia, sin miedo, porque los verdaderos abismos aún se encontraban todavía en algún punto lejano de nuestro futuro, o al menos así lo creíamos.

Morder o no morder, he ahí el dilema

[Un vampiro reflexionando sobre el sentido trágico de la vida]

Aunque intensas, tal vez demasiado, y emocionantes, esas primeras sesiones de Vampire duraron muy poco. Terminamos la preparatoria (salvo Nacho y Alfredo, que eran más jóvenes) y nos embarcamos a la aventura de la universidad. Apenas tras los primeros meses yo había perdido contacto con La Bola. La escuela exigía la mayor parte de mi tiempo y ya no podía dejar abandonadas mis tareas cuando alguien me llamara de pronto para decirme que iba a haber una sesión de juego o esperar cuatro horas en casa de Agoran para descubrir que nadie más iba a llegar ese día. Así, entre la legendaria impuntualidad de los miembros de La Bola y las interminables láminas de la materia de Dibujo Técnico, las llamadas para organizar una sesión de juego primero se fueron espaciando y finalmente dejaron de llegar.

Ese año, sin embargo, estaba demasiado ocupado para pensar en juegos de rol. Estaban las clases de Física y Matemáticas, que me gustaban y me emocionaban muchísimo. También ese año leí Cambio de piel de Carlos Fuentes, lectura de cuyas consecuencias ya he platicado en otra ocasión. Además, me enrolé en un grupo de teatro de la universidad y en el taller de creación literaria de su casa de la cultura. Mi vida, como tantas veces después, había cambiado por completo, y de pronto tenía nuevos amigos, intereses románticos y actividades que jamás me habría imaginado cuando estaba en la escuela preparatoria. Apenas alcanzaba a suponer que La Bola se seguía reuniendo para cazar dragones, y nuevamente, la cosa se hubiera quedado ahí de no ser por una llamada de Agoran.

El motivo de la llamada era bastante extraño. Uno de los miembros de La Bola, Abraham, se había estado comportando de forma agresiva con los demás, y el resto había decidido hacer una especie de intervención para tratar de arreglar las cosas con Abraham. Entonces, alguien decidió que para dicha reunión yo tenia que estar presente. En la práctica, más que una intervención, resultó ser un juicio sumario, el primero de muchos a lo largo de los años. Originalmente, los miembros de La Bola habían acordado que para que la reunión funcionara, no se enfocaría solamente en Abraham, sino que cada quien diría los problemas que tenía con el resto del grupo. Al principio parecía que esa estrategia funcionaba bien, pero conforme la intervención avanzaba, era bastante claro que todos tenían muchos más problemas con Abraham que con el resto y toda la atención se concentró en él. Resta decir que la intervención no funcionó y que, años después, fue necesario convenir otra reunión en la que Abraham sería expulsado definitivamente del grupo.


Agregue sangre, colmillos, y sírvase al gusto

[La versión de Baz Luhrman de Romeo y Julieta, influencia de New Verona by Night]

Hubo, para mí, un resultado positivo de esa reunión, y fue que, gracias a expresar mis molestias con el resto del grupo, las sesiones semanales de rol regresaron a mi vida. Poco tiempo después, comenzaría una de mis crónicas más largas de Vampire. La titulé New Verona by Night (Nueva Verona de noche) y estaba inspirada vagamente en Romeo y Julieta. Las sesiones de juego tuvieron un éxito enorme y durante las vacaciones, que ahora eran semestrales, no era inusual encontrarme a todos los miembros de La Bola afuera de mi casa todos los días, exigiendo una sesión de juego más, inmediatamente.

Esos también fueron días mágicos. Aunque, muy a pesar de Alfredo y Agoran, que preferían la fantasía medieval de Calabozos y Dragones, La Bola había elegido New Verona by Night como su crónica de cabecera, todos nos divertíamos muchísimo e inevitablemente, al paso de los meses, pasamos de ser simplemente amigos a ser muy buenos amigos. Las cosas pintaban muy bien para La Bola y, en algún momento durante esos años, sus editores anunciaron la edición revisada del manual de Vampire. Antes de que ese nuevo manual llegara a mis manos, sin embargo, tendrían pasar muchas cosas, las más de las veces, amargas.





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