Se puede, porque se puede según me dicen, sobrevivir sin leer. Yo no sé cómo. Los únicos años de mi vida en que no leí (entre los 18 y los 22 o 23) son los peores años de mi vida. Pero, ¿cómo sobrevive un lector?
A propósito de la entrada de ayer, me acordé de persecusiones de libros memorables. En cierta ocasión perseguí un libro de un extremo a otro de la ciudad, desde Ciudad Universitaria hasta Satélite. Manejé durante horas, me perdí y pagué una pequeña fortuna por un libro que, hace unos cinco años, terminé regalando. La chica que en aquel entonces era mi novia me acompañó en todo el camino y de las pocas que recuerdo bien de ese día es que no se la estaba pasando nada bien. También recuerdo como pasé semanas buscando por todos los lugares donde se vendían libros en inglés una copia de Crash de J.G. Ballard (la encontré en el extinto Tower Records de la Zona Rosa).
Hay libros que me tomó años encontrar, como Los tres impostores de Arthur Machen (ahora tengo toda su obra en e-book). Hay libros que perdí más de tres veces antes de acabarlos: Rayuela y A Confederacy of Dunces. Algunos, como Las teorías salvajes, se volvieron una decepción después de tanta búsqueda, y otros fueron caprichos de un momento que se volvieron de los más entrañables, como el Atlas descrito por el cielo de Goran Petrovic.
Trato de pensar en libros que alguien me recomendó y se volvieron importantes. Sólo recuerdo dos, El diccionario jázaro (mucho mejor el libro que quien lo recomendó) y House of Leaves (que me recomendó Amazon). A últimas fechas, selecciono mis nuevas lecturas de entre los blogs literarios que leo, de los libros que recomiendan y de los que escriben esos blogs. En gran parte les debo a ellos que estos últimos años hayan sido de felicidades lectoras.
Pero nada de esto explica, me temo, como sobrevive el lector, como es que no se da por vencido (aunque muchos lo hacen, parece).Hay gente me escribe para que le recomiende una serie de libros o lecturas para empezar su experiencia de lectores. No tengo corazón para decirles que pierden el tiempo, que si no salen buscar esos libros por sí mismos, nunca los van a encontrar. O más bien no tenía el corazón para escribirlo, porque lo acabo de hacer.
La lectura es una actividad elitista. Requiere de tiempo libre, recursos materiales y educación para entender lo que se lee. Sospecho que la de los lectores es una especie distinta al grueso de la especie humana. Que son mutantes, aunque no mutantes como los que salen en X-men, pero mutantes al fin y al cabo. Lo triste, creo, no es que muchos puedan leer y no lo hagan, sino que hay hermanos mutantes allá afuera que sienten que algo les falta y ese algo es un libro y ese libro nunca va a llegar.
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