Esto es lo que nuestros vecinos del norte llaman un rant y no hay que leer mucho más que eso en lo que sigue.
Quería leer El mundo de ocho espacios porque lo recomendó Alberto Chimal. Lo pude haber comprado en PDF en 4 USD, pero como leer libros en PDF es una patada en los dientes, salí a buscar el libro a la librería El Sótano en Miguel Ángel de Quevedo. Para los que no viven en la Ciudad de México, en Miguel Ángel de Quevedo están todas las librerías de la Ciudad (que son tres), el Fondo de Cultura Económica, El Sótano y Ghandi. Digo que hay tres y casi no miento. Si eres rico, puedes comprar en El Péndulo o en Conejo Blanco (que no es una librería, sino una boutique de libros). En el resto de la Ciudad sólo hay puntos de venta de libros, y de esos hay muchos, es decir, lugares donde puedes comprar novedades y sólo novedades. Incluso las sucursales de Ghandi y El Sótano venden más discos que libros. Al final, si quieres buenas posiblidades de encontrar lo que buscas, vas a Miguel Ángel de Quevedo. Si no está ahí, no existe.
Ahora, Miguel Ángel de Quevedo está a cuarenta y cinco minutos de mi casa. Hora y media si sumas el paro de los camioneros. Eso es, entonces, tres horas de viaje, hora y media para ir y hora y media para regresar. Me llevo mi Sony Reader, para ir leyendo The Passage de Justin Cronin mientras llego. The Passage me costó 11.99 y lo tenía en mi e-Reader (en EPUB) en 5 minutos.
Para no hacer el cuento más largo de lo que es, en El Sótano no tenían El mundo de ocho espacios, pero había 12 en su sucursal de Coyoacán. No es la primera vez que pasa esto. Al parecer, en la sucursal de Coyoacán no se paran ni las moscas, así que es un buen lugar para ir a buscar los libros que ya están agotados en todas partes. Así que a tomar otro camión, caminar hasta el centro de Coyoacán, perderme (siempre me pierdo en las partes de la Ciudad que no me gustan), pelearme con el hombre de seguridad para no dejar mi eReader en paquetería, porque ya se sabe, las librerías están más preocupadas por que no te robes sus libros que por venderlos, buscar 20 minutos a alguien que pueda buscar en la base de datos el libro, diez minutos para que lo encuentre porque no está donde debería, pagar (eso sí es rápido, no hay nadie en la caja) y enfrentar el embotellamiento de regreso.
En resumen, cuatro horas para comprar un libro. Y tengo suerte, porque podría vivir más lejos (al fin es la ciudad más grande del mundo) o vivir en una ciudad de provincia donde ni siquiera hay librerías.
Exagero. Sé que exagero. Pero vivo en un país donde hay una inútil Ley del Libro diseñada para proteger a librerías que sueñan con ser zapaterías. Donde muchos amigos queridos viajan por todo el país presentando sus libros pero nadie puede comprarlos porque los representantes de las editoriales (las más, del Estado) no llegan, donde a los editores de las grandes casas la única justificación que se les ocurre ante el precio de los libros es que también hay libros de 20 pesos. ¿Así cómo vamos a leer?
Comentarios
Desde hace más de un mes lo encargamos en LA librería de la ciudad (no tenemos tarjeta, somos pobres). Nos dijeron que no podían decirnos el precio hasta que llegara, si es que llegaba y a pesar de la incertidumbre había que dejar el anticipo.Como vimos en internet que el precio oscilaba por los 500 pesos supusimos que sería algo similar.
Ayer llegó. Fueron 950 pesos. La biblioteca ya está cerrada. Fin.
Saludos desde provincia.
Jo! Dímelo a mí...
En casa tenemos la costumbre de ir poco antes de Navidad a una reunión familiar por la Educación. Y ya tenemos la tradición de aprovechar y pasar a Miguel Ángel de Quevedo. Por lo general esa es la única excursión que hago para ir allá.
Algún sábado debería programar el viaje para aprovechar y pasar.
Y eso que la sucursal de Ghandi de Satélite está más o menos decente...