Echaba de menos una novela que se pudiera leer tranquila, sin demasiado esfuerzo, pero que a la vez no fuera una simple caminata en el parque. La respuesta llegó en forma de París-Brest de Tanguy Viel. Viel es famoso (aunque por acá no es muy famoso que digamos) por mezclar tramas de novela negra con la morosidad y la prosa reflexiva de Proust. También se dice que es un multiventas en su tierra y algún crítico exaltado dijo que con esta novela "ha desnudado una parte de la sociedad francesa de provincias." A mi en general la emoción con la que se ha recibido esta novela me parece un poco exagerada.
En lo esencial, París-Brest es la historia de una familia de estafadores, con la diferencia de que ninguno de ellos se asume como tal, sino que se ven como respetables aunque infortunados miembros de la clase media alta de Brest. Hay unas obligatorias comparaciones entre París y Brest y también hay mucho mar y gaviotas, que es como uno que nunca ha estado en Brest se lo imagina. Pero la voz del protagonista es notable en su inquinia (y en ese sentido me recordó a los protagonistas de las novelas de Antonio Ortuño) pero al mismo tiempo la naturalidad de la narración es bastante envidiable. Esa naturalidad hace que la novela sea un goce de leer, pero también te deja la sensación de que Viel se está luciendo por lucirse.
En fin, que quizá este sea el tipo de novelas en las que la emoción desmedida de la crítica les juegue en contra. Pero, en un mundo en el que la mayoría de los autores jóvenes publican sólo buenas intenciones, Viel resalta por la solidez de su prosa, su desenfado en la narración y sí, en su capacidad para mezclar el género negro con el paseo literario.
En lo esencial, París-Brest es la historia de una familia de estafadores, con la diferencia de que ninguno de ellos se asume como tal, sino que se ven como respetables aunque infortunados miembros de la clase media alta de Brest. Hay unas obligatorias comparaciones entre París y Brest y también hay mucho mar y gaviotas, que es como uno que nunca ha estado en Brest se lo imagina. Pero la voz del protagonista es notable en su inquinia (y en ese sentido me recordó a los protagonistas de las novelas de Antonio Ortuño) pero al mismo tiempo la naturalidad de la narración es bastante envidiable. Esa naturalidad hace que la novela sea un goce de leer, pero también te deja la sensación de que Viel se está luciendo por lucirse.
En fin, que quizá este sea el tipo de novelas en las que la emoción desmedida de la crítica les juegue en contra. Pero, en un mundo en el que la mayoría de los autores jóvenes publican sólo buenas intenciones, Viel resalta por la solidez de su prosa, su desenfado en la narración y sí, en su capacidad para mezclar el género negro con el paseo literario.
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