El ritmo de mi vida ha cambiado en los últimos meses y eso me permite retomar una vieja costumbre: leer en el camión. En vez de estar encerrado dos horas detrás del volante, mientras viajo a la universidad y vuelvo a casa, me subo al camión, saco un libro y me pongo a leer. En otras palabras, sin importar que tan pesado sea mi día, puedo dedicar dos horas a la lectura. En un mundo perfecto (para mí, por supuesto), los camiones tendrían atriles de lectura y habría una sección especial para los que viajan con libros.
"La realidad es sólo una fantasía exageradamente bien peinada"