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Mostrando las entradas de abril, 2011

No such thing as a short recovery

Leyendo The Pale King, 3 (con fugas)

Un milagro posmoderno: David Foster Wallace se manifiesta en la cara de un pan tostado.  Ha llegado el momento de cuestionar seriamente la tesis que parece central a The Pale King , la idea de que la capacidad de elegir a qué poner atención y estar consciente de esa elección conduce a una buena vida. Esta necesidad me llegó cuando estaba a media lectura del capítulo 27, en el que se describe la inducción de los recién llegados examinadores al centro de Administración Tributaria de Peoria. Cuando leí ‘Who’d like to hear another example illustrating the idea of collecting information versus processing data?’ quería levantar la mano y decir 'Me, me'. Eso me llevó a pensar que más que poner en acción una tesis (filosófica o moral), Wallace me estaba ofreciendo una respuesta. Y como dice el ocultista Eliphas Levi, cuando alguien te ofrece respuestas, o trata de venderte algo o quiere que te unas a un culto. ¿Insertó Wallace un infomercial a su propia teoría moral en la mitad d

Leyendo The Pale King, 2

Foster Wallace como objeto de consumo pop. A poco menos de medio camino en la novela. Por la mañana cacé, encontré y leí el ensayo de Jonathan Franzen en The New Yorker , "Farther Away" , que me hace pensar que quizá fui demasiado inocente en pensar que el suicidio de DFW no pintaba nada en The Pale King . Dice Franzen: The story of my friendship with him is simply that I loved a person who was mentally ill. The depressed person then killed himself, in a way calculated to inflict maximum pain on those he loved most, and we who loved him were left feeling angry and betrayed. Betrayed not merely by the failure of our investment of love but by the way in which his suicide took the person away from us and made him into a very public legend. Es decir, que el hecho de que la novela se publicase estaba diseñado para obligar a las personas cercanas a él a revivir todo el trauma del suicidio y a lidiar públicamente con él. Desde ese punto de vista, no me extraña que Karen Green o

Escuchado en el Centro Regional de Examinaciones de Peoria, Illinois

‘Our leaders, our government is us, all of us, so if they’re venal and weak it’s because we are.’ ‘I hate it when you synopsize what I’m trying to say and get it wrong, but I don’t quite know what to say. Because it’s stronger than that. I don’t think the problem is our leaders. I voted for Ford and I’ll likely vote for Bush or maybe Reagan and I’ll feel solid about my vote. But we see it here, with TPs. We’re the government, its worst face—the rapacious creditor, the stern parent.’ ‘They hate us.’ ‘They hate the government—we’re just the most convenient incarnation of what they hate. There’s something very curious, though, about the hatred. The government   is   the people, leaving aside various complications, but we split it off and pretend it’s not us; we pretend it’s some threatening Other bent on taking our freedoms, taking our money and redistributing it, legislating our morality in drugs, driving, abortion, the environment—Big Brother, the Establishment—’ ‘The Man.’

Alto a la violencia: deja que me meta mi coca en paz

Hoy, en la netósfera (es decir, el momento en que todos se ponen a tirar netas por Internet): * Heriberto Yépez escribió en su columna del suplemento Laberinto del periódico Milenio "Qué chula mi narcocultura" . * Y no tardaron en llegar respuestas como ésta y ésta . * Como más notorio resultado, hoy todo el mundo tiene menos seguidores en el twitter, menos amigos en facebook y la productividad en las oficinas gubernamentales descendió un 20%. * Yo creo que Jorge Harmodio y Vivian Abenshushan tienen razón. No se puede culpar a los consumidores de drogas de la violencia que causa el narcotráfico en México. Sería como culpar a la gente que visita las playas en Semana Santa por el aumento de residuos plásticos en el Atlántico o a los que comen atún enlatado por la muerte de delfines y ballenas; de la misma forma que no se puede culpar la desaparición de las librerías locales a los consumidores que prefieren las grandes superficies de descuento, ni la desaparición de las

Leyendo The Pale King, 1

Como casi todo el resto del mundo, estoy leyendo The Pale King de David Foster Wallace. Como casi todo el resto del mundo, lo leo con una mezcla de asombro, envidia e indignación. Asombro porque estamos ante la prosa de un maestro en la cúspide de sus facultades. Aunque decir maestro es poco. Están los grandes maestros, como Dostoievski, Borges, Chekov, Bolaño, Bellow, Cortázar o Barthelme (para quedarnos en las primeras letras del abecedario) y luego están los superatletas de la literatura, los Federer, Jordan o Phelps, personas con aptitudes sobrehumanas para las letras como Joyce, Valéry o Rimbaud. David Foster Wallace entra en esta última categoría, con la salvedad agregada de que estaba en la primera liga, era un profesional, no un amateur. Envidia porque ante un titán de la literatura cualquiera que haya intentado hilar dos frases juntas no puede sino postrarse. Lo cierto es que una mente normal, bien entrenada, puede llegar a escribir como, digamos, Carlos Fuentes o Phillip

Calor

En la Ciudad de México es insoportable el calor. También son insoportables el frío, la lluvia, el atardecer, los fines de semana y las dos de la tarde. Sin embargo, nos gusta y nos quedamos aquí. O soñamos con irnos a otra parte y no lo hacemos. O nos vamos, pero volvemos derrotados. Anoche soñé con ondas de calor y con mosquitos gigantes.

Lunes

Es lunes por la tarde y estoy corrigiendo pruebas. Antes corregir pruebas era la parte que me parecía más aburrida de mi trabajo y ahora me gusta mucho. O no. Quizá me parece aburrido descubrir que el corrector de estilo se durmió en el trabajo, pero es divertido buscar erratas en la pruebas. Es como buscar a Wally, pero te pagan por ello. Sin embargo, hay algo que me estresa mucho de corregir pruebas, y es que a pesar de ser lo que se paga peor (aunque un par de editoriales me han sorprendido porque es lo que mejor se paga), es la última barrera de defensa del libro. (En teoría) ya todo el mundo lo revisó y las erratas que dejes pasar se quedarán ahí hasta el final de los tiempos. Algo similar le pasará a Wally cuando no lo encuentra nadie. Se queda ahí, en medio del mercado, del partido de futbol, del día en el parque, en un instante eterno, esperando a que lo señales con el dedo para salir a saludar con una sonrisa.

Mosaico

Es uno de los inventos más inútiles de Blogspot, pero me gusta la idea: http://teoria-del-caos.blogspot.com/view/mosaic

¿Comprar o no comprar?

He aquí una pregunta curiosa para los dueños de un e-reader : si sabes que el libro está ahí, que nunca se va a agotar, que los dependientes no lo van a perder, que no va a haber devoluciones, ¿tiene sentido comprarse un libro electrónico que no vas a leer inmediatamente? (Es decir, pienso si vale la pena comprarme The Pale King ya, siendo que no podré leerlo hasta dentro de un mes o algo así.)

"A Game of Clue"

Uno cree que ha leído buenos cuentos. Luego descubre a Steven Millhauser. La culpa es de Luis Panini , quien desde hace un par de años se ha propuesto la noble tarea de educarme en el state of the art del cuento contemporáneo y me regaló Dangerous Laughter . (También me ha regalado a Donald Barthelme y a Lydia Davis, entre otros). Dangerous Laughter ya me había dejado muy impresionado, en textos como "The Disapearance of Elaine Coleman". Ayer me compré The Barnum Museum (y no voy a contarles los aros de fuego que tuve que brincar para comprarlo para el Kindle) porque sabía que ahí estaba "Eisenheim, the Illusionist" en la que Neil Burger se había basado para hacer The Illusionist y tenía curiosidad de ver cómo afrontaba Millhauser el relato en su prosa brillantísima. Pero apenas abro el libro, me encuentro con "A Game of Clue" un cuento que va avanzando a partir de fragmentos ecfrásticos de un juego de Clue. Millhauser describe a detalle el tablero