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Mostrando las entradas de abril, 2012

Promiscuidad literaria

Pasa que te gustan tanto los libros que te vuelves amigo de los escritores. Es como si esa chica tan buena en la calle te gustara tanto que lo más natural fuera irte de copas con su madre. Luego de un par de tragos le explicas con lujo de detalles como la pusiste en la cama, por donde se la metiste, lo bien que la chupó. Hasta la raíz, le dices a la madre. Y te dan las gracias por eso. Pasa que si el libro no te gustó, la madre te escribe ofendida para preguntarte si su hija no está lo suficientemente culona o si necesita apretar más los labios. Los libros se apilan a los lados de tu cama, frente a tu cama, sobre tu cama. Pasa también que tus amigos te envían los manuscritos de sus libros, como si fueran doncellas vírgenes. Esto lo supongo, porque nunca he estado con una mujer virgen. No sé si habrá en realidad una diferencia. Pero las recibes igual. Les escribes para decirles que su libro será toda una puta, que hará ha muchos hombres y mujeres felices. Quizá sólo necesita ser u