Pasa que te gustan tanto los libros que te vuelves amigo de los escritores. Es como si esa chica tan buena en la calle te gustara tanto que lo más natural fuera irte de copas con su madre. Luego de un par de tragos le explicas con lujo de detalles como la pusiste en la cama, por donde se la metiste, lo bien que la chupó. Hasta la raíz, le dices a la madre. Y te dan las gracias por eso. Pasa que si el libro no te gustó, la madre te escribe ofendida para preguntarte si su hija no está lo suficientemente culona o si necesita apretar más los labios. Los libros se apilan a los lados de tu cama, frente a tu cama, sobre tu cama.
Pasa también que tus amigos te envían los manuscritos de sus libros, como si fueran doncellas vírgenes. Esto lo supongo, porque nunca he estado con una mujer virgen. No sé si habrá en realidad una diferencia. Pero las recibes igual. Les escribes para decirles que su libro será toda una puta, que hará ha muchos hombres y mujeres felices. Quizá sólo necesita ser un poco más animosa o usar menos los dientes. Te sientes orgulloso de haber estado ahí primero que nadie. Al revés, también, si la chica es poco agraciada, no sabes cómo devolverla con su madre sin explicarle que no le has querido quitar la blusa.
Las madres te muestran las fotos de sus hijas con frenillos, en el equipo de fútbol escolar, y te preguntas qué tiene que ver esa niña orejona con la criatura fabulosa que pasó la noche contigo. A veces, también te preguntas de donde sacó la hija esa sonrisa si su madre es insoportable.
No tienes problemas en compartir los libros buenos con tus amigos. Al contrario, quieres que se los lleven a la cama. Que se tomen fotos. ¿Pero cómo, no te la has dado contra la pared? ¡Sí eso era lo mejor! Como a sus madres, te ofende si no se la han pasado bien con ellas. Quizá deberías tratar de nuevo, les dices. Igual es que ya no se te para, argumentas. Lo mejor es cuando después de devolverte el libro, te preguntan si no tendrá una amiga o una prima.
Pasa que los libros no se embarazan, pero si no te cuidas te pueden transmitir enfermedades incurables. Son bastante selectivos, también. Si no estás a la altura, te rechazan. No te dejan meterles ni la puntita. Los lectores, mujeres o hombres, en su mayoría son machos. Van a alegar que el libro es frígido u homosexual. Es difícil vivir con el rechazo de un buen libro. Algunos de los ofendidos llegan al grado de acosar a la madre y escribirle cartas llenas de odio. Tu hija es una puta, les dicen. La madre piensa: pero cómo vas a saber si no te la has podido coger, cabrón.
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