Hollywood tiene una tendencia a hacer las cosas de dos en dos: dos películas de volcanes, dos películas de asteroides que se impactan sobre la Tierra, dos películas de ... lo que sea que se les ocurra. en esta última temporada, aparecen dos películas sobre magos, y cuando digo magos pienso aquí en David Copperfield, no en Gandalf el Gris. The Illusionist, traducida aquí como El ilusionista y The Prestige, El gran truco, en español.
La primera cinta, The Illusionist, estelarizada por Edward Norton, y basada en una historia (que no he leido) del ganador del Pullitzer Steven Millhauser, cuenta la historia de un prestigitador en la Viena de inicios del siglo XX, que a partir de su oficio hace tambalearse la monarquía. La segunda, The Prestige, estelarizada por Hugh Jackman (Wolverine) y Christian Bale (Batman) cuenta la historia de dos magos rivales que sacrifican todo por ser los mejores en su arte. Esta última película está dirigida por Christopher Nolan, autor de maravillas como Memento e Insomnia y maravillas comerciales como Batman Begins, y basada en una novela (que tampoco he leído) de Christopher Priest.
Leo lo siguiente, hace poco, en una nota del blog de Marcelo Figueras:
Figueras olvida películas en las que el ser "impulsados a creer en una realidad que es tan sólo producto de nuestra imaginación" se resuelve de forma mucho más elegante, como en la celebrada Mulholland Dr. de David Lyinch o en la infravalorada Avalon de Mamoru Oshii. El develar la ilusión final, como demuestran estas dos cintas, no se tiene que hacer a costa del espectador, por medio del engaño. Tan válido hubiera sido que al final todo el acontecer de The Prestige resultara el sueño de uno de sus protagonistas, o que un dinosaurio gigante del futuro se comiera a los dos protagonistas. Como todo buen truco de magia, asombra hasta que se conoce el secreto.
Es por eso que The illusionist es muy superior a The Prestige. En la cinta estelarizada (magistralmente, como siempre) por Edward Norton, el truco nunca se revela como tal, aunque como espectadores, estemos esperando toda la cinta el momento del descubrimiento. Queda como un testamento al amor por el encatamiento y la magia. ¿Era magia verdadera o un simple truco? El espectador puede sacar sus propias conclusiones. La obligación del narrador es encantar, como bien señala Figueras. Revelar el secreto es darse por vencido.
La primera cinta, The Illusionist, estelarizada por Edward Norton, y basada en una historia (que no he leido) del ganador del Pullitzer Steven Millhauser, cuenta la historia de un prestigitador en la Viena de inicios del siglo XX, que a partir de su oficio hace tambalearse la monarquía. La segunda, The Prestige, estelarizada por Hugh Jackman (Wolverine) y Christian Bale (Batman) cuenta la historia de dos magos rivales que sacrifican todo por ser los mejores en su arte. Esta última película está dirigida por Christopher Nolan, autor de maravillas como Memento e Insomnia y maravillas comerciales como Batman Begins, y basada en una novela (que tampoco he leído) de Christopher Priest.
Leo lo siguiente, hace poco, en una nota del blog de Marcelo Figueras:
The Prestige es infinitamente superior. Quizás porque, de ambas, es la que entiende mejor cuál es la pulsión que mueve a un ilusionista [...]Figueras se las apaña en su nota para no contar el desenlace de la cinta. Si no piensas ir a ver The Prestige puedes enterarte del desenlace leyendo la reseña de Gustavo Faverón, con la cual por cierto, estoy completamente de acuerdo. Dice Gustavo que "los dos grandes trucos finales son explicados de modo incoherente" y eso a Figueras le parece asombroso. A mi me parece terrible.
Así como en el fondo de cada truco exitoso existe una decepción, Nolan nos frustra cuando recurre a un elemento sobrenatural (que aunque disfrace de científico sigue siendo imposible ante nuestros ojos) para llevar la trama a su conclusión. Pero imagino que esta trampa debe ser aceptada del mismo modo en que aceptamos las otras, cuando acordamos suspender nuestra incredulidad para que el ilusionista de turno nos llevase a otro mundo por el precio de una entrada de cine. El mismo Angier pide disculpas a su manera sobre el final del film, cuando asume ante Borden el móvil común y confiesa que sería capaz de hacerlo todo, ¡todo!, con tal de escuchar las exclamaciones de asombro y ver los rostros asombrados, casi niños, del público que presencia su acto.No existe narrador de verdad que no concuerde con Angier. Vivimos para encantar, aunque nos vaya la vida en el intento.
Figueras olvida películas en las que el ser "impulsados a creer en una realidad que es tan sólo producto de nuestra imaginación" se resuelve de forma mucho más elegante, como en la celebrada Mulholland Dr. de David Lyinch o en la infravalorada Avalon de Mamoru Oshii. El develar la ilusión final, como demuestran estas dos cintas, no se tiene que hacer a costa del espectador, por medio del engaño. Tan válido hubiera sido que al final todo el acontecer de The Prestige resultara el sueño de uno de sus protagonistas, o que un dinosaurio gigante del futuro se comiera a los dos protagonistas. Como todo buen truco de magia, asombra hasta que se conoce el secreto.
Es por eso que The illusionist es muy superior a The Prestige. En la cinta estelarizada (magistralmente, como siempre) por Edward Norton, el truco nunca se revela como tal, aunque como espectadores, estemos esperando toda la cinta el momento del descubrimiento. Queda como un testamento al amor por el encatamiento y la magia. ¿Era magia verdadera o un simple truco? El espectador puede sacar sus propias conclusiones. La obligación del narrador es encantar, como bien señala Figueras. Revelar el secreto es darse por vencido.
Comentarios
Pero es curioso que menciones esa frase, ahí la película me ganó por completo, esa frase me comió
Saludos
Sin embargo, mi ran conclusion:
La magia existe. punto.
Barón: Gran frase, pero no salió de la película. Tiene su buena tradición.