1. El estado sólido
Mientras el resto de la Ciudad de México se idiotizaba con el final del torneo de fútbol, me fui a reunir con unos pocos refugiados a la librería Ghandi. Éramos demasiados los refugiados, así que decidí salirme de ahí y me fui a la librería El Sótano, que a pesar de estar a menos de una cuadra de la anterior, estaba mucho menos poblada.
Mientras ojeaba las novedades --algo deprimentes-- del fin de año, me quedé escuchando a un par de amigos que discutían emocionados sobre algún libro que sólo iban a ojear de vez en cuando, ya que su precio exorbitante nunca les iba a permitir comprarlo. Yo seguí mi trayecto entre las mesas y ellos el suyo, pero cuando nos volvimos a cruzar, hablaban sobre un libro que uno de ellos había encontrado en una librería de viejo en el centro.
La situación se me hizo extraña, porque por lo común la gente no habla mucho en las librerías o al menos no lo hace mucho en las librerías de aquí. Resulta extraño escuchar a dos personas hablar emocionadas sobre libros. En la Facultad, por ejemplo, casi nadie se emociona al hablar de un libro. Está mal visto, quizá. Si dices, por ejemplo, "Joyce", te responderan, "Ulises, por supuesto, gran obra" o anotarán, también, "el Quijote es una obra invaluable" (siempre se puede meter a Cervantes en una conversación, aunque no tenga relación).
Hay bastantes listillos que se las dan de todos los libros que han leído, que no pierden oportunidad de demostrarlo. "Claro, pero eso que has dicho lo dice Elizondo mucho mejor" o, mi favorito, "como dijo Cortázar...". Y para ser listillo no puedes emocionarte.
Por otro lado, si no eres un listillo, tampoco quieres que te tomen por un idiota. Nadie te puede ver con, digamos, Homero bajo el brazo. "¿Cómo, no has leído La Odisea?". Lo más sencillo es fingir que lo has leído todo. Lo más sencillo, por supuesto, es simular que todo te ha parecido aburrido y superfluo, así que no habrá duda de que lo has leído, porque, aceptémoslo, nada está más en boga que decir que todo es una basura.
Así que es extraño escuchar a dos personas genuinamente emocionadas por un libro. Es extraño porque la mayoría de los que pierden su tiempo con la literatura lo hacen para darse un halo de estatus, de prestigio, y no porque realmente lo disfruten. Al menos, eso parece. Y podría extenderse lo anterior a la escritura.
Puede decirse -se dice mucho, ya que esa es la moda- que es difícil emocionarse mucho con tanta basura que se publica. Vamos, el resto de la ciudad está en frenesí por un torneo de fútbol que es pura basura. Ese pretexto no va a funcionar para siempre. Al menos, los aficionados de las patadas están viendo el partido. ¿Cuándo fue la última vez que tú tomaste un libro?
La literatura necesita de sus fanáticos. Necesita sus hordas de hinchas enardecidos: hombres gordos con los estómagos enormes pintados con las siglas de su autor favorito. Bueno, quizá nada necesite hombres gordos moviendo sus panzas al unísono. El caso es que hace falta, al menos, un poco de emoción.
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Estoy escuchando: Superbus - Butterfly
via FoxyTunes
Mientras el resto de la Ciudad de México se idiotizaba con el final del torneo de fútbol, me fui a reunir con unos pocos refugiados a la librería Ghandi. Éramos demasiados los refugiados, así que decidí salirme de ahí y me fui a la librería El Sótano, que a pesar de estar a menos de una cuadra de la anterior, estaba mucho menos poblada.
Mientras ojeaba las novedades --algo deprimentes-- del fin de año, me quedé escuchando a un par de amigos que discutían emocionados sobre algún libro que sólo iban a ojear de vez en cuando, ya que su precio exorbitante nunca les iba a permitir comprarlo. Yo seguí mi trayecto entre las mesas y ellos el suyo, pero cuando nos volvimos a cruzar, hablaban sobre un libro que uno de ellos había encontrado en una librería de viejo en el centro.
La situación se me hizo extraña, porque por lo común la gente no habla mucho en las librerías o al menos no lo hace mucho en las librerías de aquí. Resulta extraño escuchar a dos personas hablar emocionadas sobre libros. En la Facultad, por ejemplo, casi nadie se emociona al hablar de un libro. Está mal visto, quizá. Si dices, por ejemplo, "Joyce", te responderan, "Ulises, por supuesto, gran obra" o anotarán, también, "el Quijote es una obra invaluable" (siempre se puede meter a Cervantes en una conversación, aunque no tenga relación).
Hay bastantes listillos que se las dan de todos los libros que han leído, que no pierden oportunidad de demostrarlo. "Claro, pero eso que has dicho lo dice Elizondo mucho mejor" o, mi favorito, "como dijo Cortázar...". Y para ser listillo no puedes emocionarte.
Por otro lado, si no eres un listillo, tampoco quieres que te tomen por un idiota. Nadie te puede ver con, digamos, Homero bajo el brazo. "¿Cómo, no has leído La Odisea?". Lo más sencillo es fingir que lo has leído todo. Lo más sencillo, por supuesto, es simular que todo te ha parecido aburrido y superfluo, así que no habrá duda de que lo has leído, porque, aceptémoslo, nada está más en boga que decir que todo es una basura.
Así que es extraño escuchar a dos personas genuinamente emocionadas por un libro. Es extraño porque la mayoría de los que pierden su tiempo con la literatura lo hacen para darse un halo de estatus, de prestigio, y no porque realmente lo disfruten. Al menos, eso parece. Y podría extenderse lo anterior a la escritura.
Puede decirse -se dice mucho, ya que esa es la moda- que es difícil emocionarse mucho con tanta basura que se publica. Vamos, el resto de la ciudad está en frenesí por un torneo de fútbol que es pura basura. Ese pretexto no va a funcionar para siempre. Al menos, los aficionados de las patadas están viendo el partido. ¿Cuándo fue la última vez que tú tomaste un libro?
La literatura necesita de sus fanáticos. Necesita sus hordas de hinchas enardecidos: hombres gordos con los estómagos enormes pintados con las siglas de su autor favorito. Bueno, quizá nada necesite hombres gordos moviendo sus panzas al unísono. El caso es que hace falta, al menos, un poco de emoción.
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Estoy escuchando: Superbus - Butterfly
via FoxyTunes
Comentarios
Es difícil encontrar oídos atentos para lo que uno tenga que decir de cualquier libro; y mira que yo no carezco de escuchas interesados, lo sabes bien, pero concuerdo contigo.
Deberíamos instaurar un día a la semana o a la quincena tal vez, para ir a una cantina a celebrar el libro que estemos leyendo y nos emocione (como los fanáticos celebran que ganaron un torneo).
extemporáneo: que decir... quiza--(que) hay que aprender a leer-- a? no abusar de los sigos de puntuación! y abuar un poco más de los
--párrafos.
El respeto por la literatura siempre estará sazonado de humildad, cosa que desde luego es prima hermana de la inteligencia.
Bueno... un abrazo desde Hermosillo. Un gusto visitarte.
nacho mondaca.