Alberto Chimal finalmente ha respondido sobre el debate sobre el compromiso de los escritores en Las historias en el exilio. Los invito a leer la nota completa y les dejo un fragmento significativo:
Esto no quiere decir que un escritor no vaya a tener convicciones políticas además de estéticas, pero quizá quiera decir que la condición de escritor, si es que tal cosa existe, implique mirar incluso las convicciones propias desde ese pensamiento libre y desinteresado del que suele salir la literatura.
Un escritor puede ser una persona comprometida aunque no escriba una palabra sobre la actualidad o la “agenda” política. Lo será si vive, simplemente, contra la corriente de la actualidad, que niega la importancia de la vida de los otros: si se preocupa por su entorno y actúa en consecuencia en la medida de sus fuerzas.En contrapunto, les presento un fragmento del Diario de Gombrowicz (89 pesos en El Hallazgo). Habla sobre los escritores en el exilio, pero creo que el paralelismo es evidente:
Ese exceso de libertad es precisamente lo que más ata al escritor. Amenazados por la inmesidad del mundo y el carácter definitivo de sus problemas, se agarran deseperadamente al pasado; se agarran a sí mismos; desean quedarse tal como eran; tienen miedo del más mínimo cambio en sí mismos por temor a que todo se les desmorone; y finalmente se agarran con despero a la única esperanza que les queda, que es la esperanza de recuperar la patria. Pero la recuperación de la patria no puede realizarse sin lucha, y la lucha requiere fuerza; la fuerza colectiva, sin embargo, sólo puede crearse mediante la resignación del propio yo. Para crearla el escritor tiene que imponerse a sí mismo y a sus compatriotas una fe ciega y muchas más cegueras, mientras que el lujo del pensamiento libre y desinteresado se convierte en el más grave de los pecados. De modo que no sabe ser escritor sin patria, pero, para recuperar la patria tiene que dejar de ser escritor, escritor en serio.Se me ocurre, con ganas de discutirlo, que cualquier compromiso del escritor con algo que no sea su escritura implica necesariamente esa ceguera de la que habla Gombrowicz. Comprometerse, adoptar una postura, finalmente implica un poco de fe ciega. También, por supuesto, comprometerse con la literatura implica entonces una ceguera ante ciertas cosas. (No me puedo resistir a decir que en Borges, en Homero, esto era literal.)
Esto no quiere decir que un escritor no vaya a tener convicciones políticas además de estéticas, pero quizá quiera decir que la condición de escritor, si es que tal cosa existe, implique mirar incluso las convicciones propias desde ese pensamiento libre y desinteresado del que suele salir la literatura.
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