Vamos a imaginar lo siguiente: Yo escribo una reseña, negativa, de una novela. Un amigo del escritor o persona que se hace llamar escritor no lee la reseña, pero le hablan de ella. El amigo del escritor no soporta la crítica, que no ha leído, y escribe una larga nota en la que explica cómo ha estado presente desde la concepción hasta la última corrección de la novela de su amigo y por tanto siente la necesidad de defenderla, la defiende ante la crítica que no ha leído, en la cual supone aparecen algunos juicios fácilmente despreciables por alguien como él, que no se deja caer nunca en lugares comunes o facilismos. El amigo del novelista se siente tranquilo, ha puesto en su lugar al reseñista y a la reseña, que no ha leído. Lo pone en su lugar porque se le ha ocurrido, tremendo pecado, leer. ( Como no faltará el idiota que se rehuse a darse cuenta que lo anterior es sólo un ejercicio imaginario, antes de que iracundos amigos de escritores lleguén a reclamarme por reseñas que no he escri...