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El mundo es cada vez más grande


Los globalifóbicos deberían de estar de fiesta. Desde el 11 de septiembre de 2001 el mundo se ha transformado, paulatinamente, en un lugar más grande. Los avionazos hicieron las distancias más grandes. Era mucho más sencillo viajar a otro país, digamos, en 1999 que ahora. Lejos de que las fronteras se desvanezcan, se han hecho cada vez más fuertes. Los viajes en avión toman más tiempo, son más molestos y más caros.

Los sueños de la generación cyberpunk, que esperaban un futuro sin fronteras donde las corporaciones tomaban control de los Estados se hace cada vez más lejano. La crisis económica mundial se ha encargado de eso. Súbitamente, ser empleado de una empresa transnacional cambia de ser una marca de seguridad a ser una marca de que pronto pasarás a la fila de los desempleados.

Incluso Internet, el pie-en-la-puerta de la aldea global se hace cada vez más grande. Con el fin de la neutralidad de la red a la vuelta de la esquina, con gobiernos que tratan de legislar las redes p2p y otros que abiertamente aplican censura, la red se hace un lugar más grande. Las compañías que proveen de contenido multimedia se dan cuenta de que transmitir videos de Britney Spears a Malawi no es un buen negocio. El ancho de banda es caro y las ventas por publicidad son pocas. Pronto la leyenda "Lo sentimos. El contenido de este sitio no está disponible para su región" será habitual.

La pandemia de infuenza parece servir para recordar al mundo los beneficios tangibles de ser "los otros". Cancelar vuelos, cerrar fronteras, impedir que los extranjeros tengan encuentros deportivos en el territorio, ahora más que nunca, nacional para tratar de frenar lo inevitable.

En todos los casos, parece, hay más que ganar al mantener a las personas, los contenidos y los productos encerrados en una sola región. Abandonar el sueño del mundo globalizado y encerrarnos en nuestra propia villa, donde no nos alcancen las bombas ni los virus ni la propaganda antimoral de los bárbaros del exterior.

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