Hace poco terminé la lectura de El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas de Haruki Murakami, una novela que mezcla sin esfuerzo realidad y fantasía. Justo ahora acabo de ver Franklyn (Gerald McMorrow, 2008) —que pasará a la historia por inventar la Iglesia de las Manicuristas del Séptimo día— y resulta un complemento perfecto a la novela de Murakami. Me parece curioso, también, que las dos obras dependan tanto de la atención a los detalles: un lector distraído encontraría ambos trabajos superfluos y quedaría decepcionado o confundido por el final.
Primeras impresiones de Bohemian Rhapsody Ok. Bohemian Rhapsody . Esta película me provoca sentimientos encontrados. Tiene muy buena factura. Algunos de los efectos especiales no son de la mejor calidad, pero es una biopic con efectos especiales: eso habla de un deseo de contar la historia de la mejor manera posible. El diseño de arte y el vestuario soberbios. Quizá dignos de un Oscar. ¿Pero la historia? No puedo ser nada objetivo porque no sólo me sabía la letra de todas las canciones, también sabía todas y cada una de las cosas que iban a pasar, incluyendo muchos de los diálogos. Pero me queda la impresión de que la historia nos queda debiendo mucho. Quizá sea el cambio de director a media producción, quizá la intromisión de los miembros sobrevivientes de la banda que cuidan demasiado la imagen de Mercury, quizá sea, como dice Brian May a media película, que las audiencias norteamericanas –para las que existe esta cinta– son puritanas en lo público y perversas en lo privado, pero...
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Saludos,
Óscar