Leí a Carlos Fuentes por primera vez en la secundaria. Aura era y creo que todavía es una lectura obligatoria en casi todas las escuelas. Aura debe estar en esa lista corta que encabeza la Biblia, de los libros que más se leen y menos se entienden. Yo tampoco la entendí. Me habría olvidado de Carlos Fuentes por completo si una compañera de la escuela de ingeniería no me hubiera prestado Cambio de piel. Después de esa novela no pude olvidar ni a Fuentes ni a la literatura. Cambio de piel es una novela que releo cada tantos años. Cada vez me parece un libro diferente, pero no me ha dejado nunca indiferente.
Hay libros que lees y libros que te pasan. Carlos Fuentes escribió muchos de los segundos. También escribió libros muy malos. Después de 1978, escribió pocas cosas que valgan la pena. Me quedo con "Chac Mool", con La muerte de Artemio Cruz, con Terra Nostra. Me quedo con algunas partes de La cabeza de la hidra y me quedo con las ganas de que aunque sus últimos libros casi no hay nada rescatable, quizá hubiera tenido tiempo de escribir otra obra maestra.
En 2006, le di la mano a Carlos Fuentes. Le dije "gracias". Me lo encontré en un elevador. Para mi ese fue un momento importante, porque vi que era un hombre de carne y hueso, aunque las cámaras fotográficas nunca puedan captar la profundidad de su mirada, que parecía capaz de absorberlo todo. No supe decirle nada más. Esa es mi anécdota con Carlos Fuentes.
La audacia formal de Fuentes fue lo que me impresionó en mi juventud. Ahora pienso que tuvo suerte de vivir una época en que los libros formalmente arriesgados eran bien recibidos. Pero la ambición de Fuentes nunca fue meramente formal. Como todos los escritores mexicanos que valen la pena, Fuentes era un escritor del género fantástico. Imaginó un país, México, y lo inventó tan bien que su imaginación se fue colando en la realidad. Como en la historia de Borges, el mapa que trazó se extendió sobre mi país. A diferencia de Borges, ese mapa no siempre coincidía con la realidad. Pero cuando no era así, siempre preferimos a Fuentes. Es un trazo que empezó con La región más transparente y que nunca pudo dejar de hacer, incluso cuando ya parecía irrelevante u obsoleto. Sin embargo sigue ahí. Nadie sabe a ciencia cierta que tanto de lo que creemos de México está escrito en piedra y que tanto sólo está escrito en la pluma de Carlos Fuentes.
A algunos esto les molesta. Pero pocos escritores han logrado esta proeza. No creo que sea poca cosa. Lo único que me consuela acerca de su muerte es que ahora que está ausente el hombre, tendrán que interpelar a su obra.
Comentarios
En las ochentas y noventas, asistí a tres lecturas de Fuentes en Texas y hablé con él brevemente. La primera vez, le pregunté sobre de la influencia de Faulkner en su obra, y me dije que Balzac era más importante a él mismo pero Faulkner era muy importante a Latinoamerica. La segunda vez, le dije que habia leido Cristóbal Nonato en español, y a mí negó con su cabeza como si yo fuera un imbécil. (Él tuvo razón.) La última vez, le dije, "Ésta es la tercera vez que he asistido una lectura de usted," y me dije, "Sí--recuerdo a usted."
En las ochentas y noventas, asistí a tres lecturas de Fuentes en Texas y hablé con él brevamente. La primera vez, le pregunté acerca de la influencia de Faulkner en su obra, y me dijo que Balzac era más importante a él mismo pero Faulkner era muy importante a Latinoamerica. La segunda vez, le dije que habia leido Cristóbal Nonato en español, y a mí negó con su cabeza como si yo fuera un imbécil. La última vez, le dije, "Ésta es la tercera vez que he asistido una lectura de usted," y me dijo, "Sí--recuerdo a usted."