Llegué a las cinco de la mañana. El primero en llegar. A las nueve y media ya tenía pasaporte nuevo. Es decir, esperé tres horas para poder hacer un trámite que me tomo una hora y media. Siguiendo la sugerencia de Luis, me llevé un buen libro, El enigma de París de Pablo de Santis y llegué casi a la mitad. Sin aventurar demasiado, el libro pinta muy bien. Todavía no me atrevo a recomendarlo, pero si no tienen otra cosa que leer, vale la pena arriesgarse.
Si todo falla en mi vida, puedo dedicarme a hacer negocio en la fila de los pasaportes. Podría rentar banquillos, vender plumas, e incluso apartar lugares. Claro, a menos de que a algún funcionario piense en resolver el problema de la desmañanada, por ejemplo, permitiendo concertar citas por internet. Afortunadamente vivo en México y eso nunca va a pasar.
Si todo falla en mi vida, puedo dedicarme a hacer negocio en la fila de los pasaportes. Podría rentar banquillos, vender plumas, e incluso apartar lugares. Claro, a menos de que a algún funcionario piense en resolver el problema de la desmañanada, por ejemplo, permitiendo concertar citas por internet. Afortunadamente vivo en México y eso nunca va a pasar.
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