No iba a pasar demasiado tiempo sin que cediera a la tentación. Desde que descubrí que los lectores de libros electrónicos ya estaban en un rango de precios razonable, no pude descansar hasta comprarme uno. Terminé por hacerme del modelo más barato y pequeño de los pocos que se pueden conseguir en México. Un Sony Reader PRS-300, con una pantalla de tinta electrónica de cinco pulgadas.
A diferencia de sus hermanos mayores, este no tiene pantalla táctil, ni conexión 3G ni diccionario integrado. Sólo sirve para leer libros. Y en ese aspecto, lo hace bastante bien: la pantalla es bastante clara, apenas y tiene reflejos y después de las primeras páginas, se te olvida por completo que estás cargando algo que no tienes papel en las manos y sólo empiezas a leer. La memoria adquirida por 30 años de lectura es difícil de superar, eso sí, y lo más complicado de la operación es recordar que para pasar la página hay que presionar un botón. En el tamaño de letra más pequeño, que es perfectamente legible y similar al tamaño de letra de un libro de bolsillo, en la página cabe aproximadamente la mitad del texto que en una página impresa. Eso quiere decir que hay que pasar más páginas, pero dado el ancho de la columna de texto, el texto es más fácil de leer y cansa mucho menos. El día que llegó el e-reader se fue la luz en mi casa y me pasé dos horas leyendo sin darme cuenta del paso del tiempo hasta que la luz volvió.
Con la aparición del iPad, se ha desatado una enorme guerra de precios sobre los libros electrónicos. A mi, sinceramente, no me preocupa demasiado esa guerra. Me queda bastante claro que lo natural es que el libro electrónico tenga un precio similar al de los precios en papel, porque los costos asociados no son muy diferentes. Lo que sí me importa, bastante, es la enorme cantidad de dinero que me voy a ahorrar en gastos de envío y que es francamente ridícula, o más bien, que prefiero compararme otro libro con ese ahorro. Hay, también, una enorme cantidad de libros gratuitos, entre los cuales se encuentran varios que pensé que nunca iba a poder leer porque nunca los iba a encontrar. Por puro morbo he descargado al e-reader el Ulises —he ahí un libro que es mucho más cómodo y menos pesado de cargar en formato electróncio— aunque en realidad no pienso volverlo a leer, pero también he descargado Moby Dick, Drácula, Los viajes de Gulliver, Le rouge et le noir, todas las novelas de Arthur Machen y William Hope Hodgson, los sonetos de Shakespeare y un volumen de poemas de Wordsworth. Material de lectura suficiente para un par de meses, y todavía caben unos 300 libros más en la memoria.
Eso si no me queda muy claro. Este aparato, el más humilde de todos los lectores de libros digitales, tiene espacio para 350 libros. ¿Quién necesita traer cargando 350 libros? Yo no puedo leer más de dos o tres libros a la vez. ¿Para qué traer más cargados? También puedo descargarle diariamente los periódicos de no se cuantas partes del mundo y cosas más mundanas como el correo electrónico, pero de momento no se me antoja ninguna de estas opciones.
Claro, no todo es miel sobre hojuelas. Cada dos semanas (que es lo que dura la batería, aproximadamente), hay que dejar el aparato cargando tres horas antes de seguir leyendo. Es un cálculo curioso, ese de las dos semanas, porque implica que en dos semanas vas a leer unas 5000 páginas del tamaño de la pantalla, lo cual quiere decir que la gente de Sony piensa que un lector ordinario lee entre 6 y 8 libros cada dos semanas. También, uno tiene mucho más miedo a que se caiga este aparato de que se caiga un libro de papel y no quiero ni pensar en lo que pueda pasar si se moja.
En resumen, estoy muy contento con mi juguetito. Seguramente, en un par de años lo cambiaré por un modelo más grande, más ligero y a color, por la mitad del precio, pero de momento, me parece que vale su peso en oro.
Comentarios
disfruta tu juguetito.
Saludos.
Eso sí, me da curiosidad. ¿Qué tal funciona para leer otro tipo de textos? (Por ejemplo, revistas digitales o libros de rol.)