Después de leer The Antologist de Nicholson Baker, una novela sobre un poeta que no puede escribir la introducción a la antología que ha preparado, decidí buscar algo en las antípodas de la ficción. No es que The Anthologist tenga nada de malo, al contrario, no me reía tanto con una novela desde hace tiempo. Ahí va mi blurb: "El antólogo es lo que pasa si mezclas a Vila-Matas con Buster Keaton". Pero cuando leo ficción tan metaliteraria como The Antologist, por más graciosa que sea, me queda una sensación extraña en el estómago.
Necesitaba algo así como una Coca-Cola literaria y terminé eligiendo Library of the Dead de Glenn Cooper. Los habituales de esta memoria ya sabrán que me gusta leer best sellers. Obviamente, me gusta leer best sellers porque los disfruto, pero también me gusta leerlos porque me intriga como funcionan. Me intriga, especialmente, como hacen para seducir al lector. Cuando uno lee cualquier reseña de cualquier novedad literaria, se pueden leer cualquier cantidad de cosas sobre el lenguaje, la construcción de los personajes y la tensión, y cómo esos elementos seducen al lector. Pero resulta que la mayoría de los best sellers usan un lenguaje que no sólo no es llano sino es más bien torpe, los personajes no tienen la más mínima profundidad y el manejo de la tensión es transparente. Pero funcionan. La gente los lee y conecta con ellos, los recomienda a sus amigos y los regala para navidad. Hay aglomeraciones en las firmas de autógrafos.
El argumento central para menospreciar al best seller radica en decir que sus lectores son tontos o que no saben lo que hacen. Yo creo que es tonto no permitirse de vez en cuando la lectura de un best seller, porque te puedes llevar algunas sorpresas. Al inicio de Library of the Dead tenemos tres tramas:
1) un agente del FBI investiga los asesinatos del Doomsday Killer en Nueva York, un asesino que envía a sus víctimas una fotografía con la fecha en la que morirán;
2) un experto en informática que vive en Las Vegas trata de convertirse en guionista mientras trabaja todos los días en la ultrasecreta Area 51;
3) en el 777, los monjes de la abadía de Vectis se preparan para la llegada de un cometa.
Sí, los personajes de Glenn Cooper son ridículos. Will Piper, el detective del FBI, es un magneto atractor de mujeres y su compañera decide bajar de peso para parecerle atractiva. Churchill y Truman hacen breves apariciones en el libro, y sus caracterizaciones parecen sacadas deun sketch de Saturday Night Live. Pero Cooper corre unos riesgos con la trama que uno no ve comúnmente en los jovenes novelistas literarios. También no hay un ápice de condescendencia: Cooper no busca burlarse de sus lectores ni intenta parecer más listo que ellos. En gran parte, por eso los giros de la trama funcionan. Casi todo bestseller que se precie de serlo esconde «un secreto que cambiará la historia de la humanidad». El de Cooper es muy bueno y es, hay que decirlo, muy borgeano. Contra lo que podría pensarse, no tiene nada que ver con extraterrestres.
Ahora estoy cerca de la mitad de The Four Fingers of Dead de Rick Moody. Esta novela se presenta como la novelización del remake de 2025 del clásico de serie B The Crawling Hand. No me había divertido tanto una novela desde Against the Day. Tiene una anécdota curiosa, y es que el nombre del novelizador fue elegido mediante una subasta de caridad, que ganó una mujer canadiense, para que su nombre se usara en una novela. A parte de eso, tendría que repetirlo, es hasta el momento la novela que más me ha divertido desde Against the Day.
Hay un cambio cualitativo en la escritura, entre la novela de Cooper y la de Moody, pero la temática es más o menos la misma: el impacto de la cultura popular, la decadencia del imperio. Estos temas se leen con más inocencia en Library, Fingers es hiperconsciente de los temas que trata. ¿Será eso la literatura: oficio, hiperconsciencia? Pero entonces, ¿qué es un mal libro literario?
He tenido fiebre y dolor de garganta desde el viernes. Mejor no me hagan caso.
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