Gracias a la gentileza de su editor en México (Carlos González, de La cifra editorial) anoche en vez de dormir leí Fet a Amèrica. La novela latinoamericana contemporánea según 18 autores, una serie de nueve entrevistas realizadas por Paz Balmaceda vía un blog privado, cada una a un par de escritores que tienen una única característica en común: son algunos de los mejores escritores latinoamericanos vivos. Estas entrevistas impresas suponen el complemento o el anticipo al festival Fet a Amèrica, que se llevó a cabo en octubre pasado en Cataluña y que en su momento transmitió en directo Canal-L a todo el mundo, aunque al parecer no está disponible bajo demanda.
El prólogo de Lolita Bosch es muy revelador y anticipa ya —todo indica que sin querer— las conclusiones que pueden sacarse de las entrevistas. En una encuesta informal en Facebook, Bosch descubre que la opinión de sus amigos es que la literatura norteamericana es la mejor del siglo XX. Pero también descubre que muy pocos conocían la literatura de otros países de habla hispana diferentes a los propios. El resultado de la búsqueda es este libro y el festival.
Pero las entrevistas confirman esa encuesta informal. Balmaceda escoge los pares de escritores más divergentes posibles para hacer las entrevistas: de diferentes generaciones, países y corrientes estéticas. En la mayoría de las entrevistas (y en las mesas del festival) eso provoca la sensación de estar ante un remix: dos voces que gritan a la vez sin escuchar ni intentar escuchar a la otra. Las lecturas en común ̣—al grado en que las hay— suelen ser escritores norteamericanos, que los latinoamericanos colocan en muy alto rango. Los fantasmas de Joyce y de Borges atraviesan el libro, pero son fantasmas ligeramente distintos cada vez. Casi ninguno de los entrevistados lee a sus contemporáneos nacionales o los lee solo por recomendación. En resumen, desconocen tradiciones en español ajenas a la propia, con una excepción importante: cada escritor parece escoger otro país, un único país, a parte del suyo, para fundar su propia mitología. Muchos voltean hacia Argentina. Los menos, hacia España. Pero todos voltean hacia Norteamérica o más bien hacia los libros que Norteamérica ha hecho parte de su canon. En resumen: la novela latinoamericana contemporánea pasa primero por la literatura norteamericana.
Destaco tres entrevistas. La que abre el libro, con Luis Humberto Crosthwaite e Israel Centeno, que parecen competir por cual es el peor país en Latinoamérica, México o Venezuela, pero en la que al menos parece que los escritores terminan interesándose por la realidad del otro. La entrevista con Carlos Velázquez y Sergio Chejfec, que partiendo desde estéticas personalísimas y diferentes terminan por defender y coincidir en asuntos esenciales al quehacer literario y la entrevista que cierra el libro, a Yuri Herrera y Pablo Ramos, que si bien nunca dialogan resulta ser la más divertida de todas.
Me llama mucho la atención la elección de los pares de escritores. Puede parecer un despropósito (ciertamente hizo que las mesas del festival fueran tensas y extrañas), pero creo que al final es un acierto. Tanto Bosch como Balmaceda pudieron haber elegido pares más afines que hubieran dejado la idea de que hay más comunicación en Latinoamérica. Al elegir de esta forma las mesas y entrevistas, se hace una buena instantánea del estado de la literatura en Latinoamérica, su fortaleza y su dispersión, que bien podría ser una de las principales causas de que no sea tan fuerte como la literatura anglosajona. Un documento importante.
El prólogo de Lolita Bosch es muy revelador y anticipa ya —todo indica que sin querer— las conclusiones que pueden sacarse de las entrevistas. En una encuesta informal en Facebook, Bosch descubre que la opinión de sus amigos es que la literatura norteamericana es la mejor del siglo XX. Pero también descubre que muy pocos conocían la literatura de otros países de habla hispana diferentes a los propios. El resultado de la búsqueda es este libro y el festival.
Pero las entrevistas confirman esa encuesta informal. Balmaceda escoge los pares de escritores más divergentes posibles para hacer las entrevistas: de diferentes generaciones, países y corrientes estéticas. En la mayoría de las entrevistas (y en las mesas del festival) eso provoca la sensación de estar ante un remix: dos voces que gritan a la vez sin escuchar ni intentar escuchar a la otra. Las lecturas en común ̣—al grado en que las hay— suelen ser escritores norteamericanos, que los latinoamericanos colocan en muy alto rango. Los fantasmas de Joyce y de Borges atraviesan el libro, pero son fantasmas ligeramente distintos cada vez. Casi ninguno de los entrevistados lee a sus contemporáneos nacionales o los lee solo por recomendación. En resumen, desconocen tradiciones en español ajenas a la propia, con una excepción importante: cada escritor parece escoger otro país, un único país, a parte del suyo, para fundar su propia mitología. Muchos voltean hacia Argentina. Los menos, hacia España. Pero todos voltean hacia Norteamérica o más bien hacia los libros que Norteamérica ha hecho parte de su canon. En resumen: la novela latinoamericana contemporánea pasa primero por la literatura norteamericana.
Destaco tres entrevistas. La que abre el libro, con Luis Humberto Crosthwaite e Israel Centeno, que parecen competir por cual es el peor país en Latinoamérica, México o Venezuela, pero en la que al menos parece que los escritores terminan interesándose por la realidad del otro. La entrevista con Carlos Velázquez y Sergio Chejfec, que partiendo desde estéticas personalísimas y diferentes terminan por defender y coincidir en asuntos esenciales al quehacer literario y la entrevista que cierra el libro, a Yuri Herrera y Pablo Ramos, que si bien nunca dialogan resulta ser la más divertida de todas.
Me llama mucho la atención la elección de los pares de escritores. Puede parecer un despropósito (ciertamente hizo que las mesas del festival fueran tensas y extrañas), pero creo que al final es un acierto. Tanto Bosch como Balmaceda pudieron haber elegido pares más afines que hubieran dejado la idea de que hay más comunicación en Latinoamérica. Al elegir de esta forma las mesas y entrevistas, se hace una buena instantánea del estado de la literatura en Latinoamérica, su fortaleza y su dispersión, que bien podría ser una de las principales causas de que no sea tan fuerte como la literatura anglosajona. Un documento importante.
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