Una pequeña nota para los devotos de la novela: no la he leído, y dado el resultado de la película, dudo mucho hacerlo. Sin embargo, me parece justo decir que cabe la posibilidad de que la novela sea al menos pasable y en realidad sólo la adaptación sea lo que conforma una parte de esta receta para un fracaso más en la historia del cine fantástico.
Eragon cuenta la historia de un granjero homónimo, elegido para revivir la vieja orden de caballeros monta–dragones, salvar al mundo de la opresión y acabar con el Imperio del mal. Si esto suena a calca vil de la premisa de Star Wars (1977) es probablemente por que lo es. En éste pésimo debut como director, Fangmeier incluso alcanza a homenajear la serie de Lucas con algunas tomas, que resultan más bien una burla grotesca de original.
Pero mejor vayamos por partes. Eragon es una pésima película porque consigue fracasar en todos y cada uno de los aspectos que conforman cualquier cinta. En primer lugar, están los talentos de los actores vilmente desperdiciados; tanto John Malkovich como Jeremy Irons y Robert Carlyle interpretan una burda parodia de sus papeles más afortunados, y los jóvenes Sienna Guillory, Edward Speleers y Garrett Hedlund se confunden, pensando que en realidad están grabando una nueva versión de Beverly Hills 90210.
Las labores actorales se vuelven aún más patéticas, en segundo término, gracias al espantoso guión de Peter Buchman, que se las arregla para que todas las frases de la película suenen a cliché, en el mejor de los casos, o a que sólo existen para llenar las dos horas y media de tortura que comprende esta película. El mejor diálogo de Jeremy Irons es “Tres partes tonto, una parte valiente” y el de John Malkovich, “Sufro sin mi piedra. Tráemela. No dejes que sufra”.
Tampoco ayuda, en tercer lugar, que la dirección de arte, el maquillaje y el vestuario de la película haga de esta cinta “épica” parecerse más bien a un capítulo con demasiado presupuesto de los Power Rangers. Después de las cuidadas producciones de El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003) y Troya (2004) el espectador no puede imaginarse este descuido como una falta de respeto. Incluso cintas como Willow (1988), de un tiempo en que el cine fantástico era de facto un cine de bajo presupuesto, tiene una ambientación más cuidada.
Si los aspectos anteriores son terribles, el siguiente, la edición, es causa de risa. Hay tantos errores de continuidad que no vale la pena ponerse a contarlos. Los personajes pierden y ganan heridas, cicatrices, caballos y hasta escenarios diferentes. Gracias a la espantosísima edición, la cinta se vuelve casi incoherente. Si Eragon fuese una película compleja, eso quizá hubiera sido tan notorio. Con una trama tan sencilla, es imposible no darse cuenta de los errores y la falta de oficio.
Por último, pero también lo peor, el director Stefen Fangmeier no debería de volver ninguna otra cinta en su vida. Su trabajo con la cámara es deplorable. No sabe donde colocarla, donde moverla, ni como establecer un plano desde el cual la acción pueda fluir. Es claro que sus fallas como realizador ayudan a que fallen también el resto de los aspectos de la película.
Obviamente, se podría pensar, como en muchas películas de Hollywood, que los efectos especiales podrían salvar a Eragon. Tristemente, este no es el caso. En el mejor de los casos, las imágenes computarizadas de los dragones, se logra un efecto aceptable, en los peores casos, los efectos especiales parecen retroceder veinte años en el tiempo, y en una escena memorable por mala, dignos de El chapulín colorado u Odisea Burbujas.
Evítenla como al recaudador de impuestos.
Comentarios
Me ha gustado la parte en la que mencionas a Willow, una de mis peliculas mas ñoñas favoritas. ^_^