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Fragmento

Nostalgia de Ámsterdam

de

Jean Lesevere

que cuenta la historia de un marinero checo que se encuentra varado en Lituania durante el invierno, en una de las peores nevadas de la historia, cuando, de pronto, uno por uno, todos los habitantes de la posada en la que se está quedando Milan, que ese es el nombre del marinero, empiezan a desaparecer en circunstancias misteriosas y, de acuerdo al gordo y tuerto Bronislovas, dueño de la posada, también sobrenaturales. Unos pocos huéspedes, liderados por el capitán Joachim von Stahler, deciden enfrentar al meteoro antes que sufrir la suerte incierta que los espera dentro de la posada. Bronislovas y el resto de los huéspedes, mientras tanto, se reúnen en el cuarto común todas las noches para contarse historias de fantasmas y de naufragios, ya que hay muchos marineros como Milan que no pueden partir gracias a la nevada. A pesar de sus mejores intentos, cada noche un sopor terrible se apodera de ellos y cuando despiertan por la mañana siempre falta un hombre más.

Eventualmente sólo quedan dos personas, Milan y el hostelero Bronislovas. Como este último sabe que podría ser su última noche en la tierra, saca todas las provisiones de la bodega, que en un principio temía no fueran a ser suficientes para mantener a toda la posada durante la nevada, y él y el marinero comen y se emborrachan hasta que dan cuenta de todo, incluso vomitando en varias ocasiones lo bebido y comido hasta llenarse de nuevo. Entonces el viejo Bronislovas le dice a Milan que le tiene una sorpresa y saca de una caja de madera tallada una vieja escopeta de caza. Milan inmediatamente comprende la mirada del posadero, uno de ellos debe matar al otro para después suicidarse, asegurando de esa forma que no correrán la oscura suerte del resto de los hombres. Sin cruzar palabras, se echan a suertes el dudoso honor de empuñar el arma. Milan resulta ganador. El viejo Bronislovas se suelta en llanto y le pide un último favor a Milan, a lo cual el checo inmediatamente acepta. El marinero se inclina y el posadero le susurra unas cuantas palabras al oído; el otro asiente, le pone una mano en el hombro e inmediatamente después dispara. Antes de decidirse a disparar contra él mismo, se sirve un último trago de vodka, que bebe muy lentamente y antes de dar el último sorbo escucha golpes contra la puerta. Totalmente borracho y aterrorizado, Milan abre fuego contra la puerta, que apenas se astilla, y luego se desmaya.

De pronto, la acción de Nostalgia de Ámsterdam se traslada a Buenos Aires, quince años después de lo anteriormente narrado, cuando un joven abogado encuentra en la puerta de su casa a un mendigo, a punto de morir de hambre y de frío y que en un extraño acto de piedad decide alojar en su casa hasta que se recupere. El abogado Urbieta desoye todas las quejas de su esposa Josefina y también de Aleja, el ama de llaves, e instala al mendigo en el cuarto de huéspedes. Durante la primera noche una fiebre terrible amenaza con enviar a la tumba al pordiosero, pero una eficaz y atinada intervención del doctor Zubiaga salvan al enfermo, que se recupera lento pero seguro, hasta que un buen día ya está en condición de sentarse en la cama, aunque aún no puede hablar, asegura el doctor, y desoyendo de nuevo las réplicas del ama de llaves y de su esposa, Urbieta decide que el mendigo puede quedarse hasta que se recupere por completo.

El primer día de la primavera, Josefina descubre con alegría que el huésped ya no está en la cama, aunque también siente un poco de miedo, pues teme que le hayan robado. Entonces escucha ruidos extraños fuera de la casa y asomándose por el balcón descubre al huésped trabajando en el jardín de la casa, que, nos enteramos en una larga digresión que ocupa todo un capítulo, había caído en el olvido tras la muerte del padre de Urbieta, víctima de asaltantes de caminos durante un viaje de negocios. Emocionado por ver de nuevo restablecido el jardín paterno y desoyendo de nuevo las quejas de las mujeres, el abogado contrata al mendigo, que ya para este momento se ha convertido en un hombre saludable aunque taciturno, para cuidar y arreglar las plantas.

Varios meses después, llega a la casa Urbieta la joven sobrina de Josefina, recién egresada de una academia de París. Se da a entender, sin mucho énfasis, que la joven perdió a sus padres en temprana edad y Josefina es lo más cercano que tiene a una madre. Sin tener ningún conocido en Argentina, más que el abogado y su esposa, la joven pasa sus tardes vagando por el jardín e inevitablemente traba amistad con el jardinero. A todo esto, el abogado Urbieta es un hombre muy reservado y se ha decidido a no preguntarle nada de su pasado a su nuevo cuidador, resuelto a ofrecerle una nueva oportunidad en la vida. Sin embargo, por una vez cede ante la insistencia de Josefina y de Aleja la descubrir la amistad naciente entre el hombre y su sobrina política, una amistad que comienza lentamente a transformarse en algo más, y resuelve preguntarle a su nuevo sirviente acerca de su pasado. El hombre le revela que su nombre es Milan y es un prófugo de la justicia en Europa, por haber matado a un hombre durante un lapso de locura temporal. Tras ser condenado a muerte, logró escapar sobornando a un guardia a cambio de un par de gemelos de plata, su herencia familiar, y viajó como polizonte en un barco hasta América. Su conciencia, sin embargo, no lo permitía descansar al recordar “los terribles actos cometidos en un momento de demencia” y se entregó a la bebida, no sabe por cuanto tiempo, hasta que el buen abogado lo rescato de la muerte. Urbieta queda impresionado por la honestidad de Milan, el cual agrega que gracias al abogado se ha dado cuenta de que quedan cosas buenas en el mundo y que aunque decidiera entregarlo a la justicia ese simple hecho le basta para estarle eternamente agradecido. Poniendo sus manos sobre las del abogado, le dice con la mirada firme y clara que tiene su destino entre sus manos. Urbieta, en vez de entregarlo a la justicia, jura nunca contarle a nadie lo que acaba de escuchar, siempre y cuando Milan prometa hacer lo mismo. Éste accede, pero además le confiesa que está enamorado de su sobrina y desea proponerle matrimonio. Ambos hombres se miran a los ojos nuevamente y “algo profundo, atávico, parece asomarse desde el fondo de sus miradas, como si fueran dos lobos que se reconocen en la noche y deciden unir esfuerzos para reducir a la presa”. Sellan su trato con una botella de champán.

La acción de la novela se traslada a Rosario, dos años después, cuando Milan y su esposa llegan a su nueva casa. Urbieta le ha conseguido un excelente trabajo a su yerno y la joven pareja no podría parecer más feliz. Todas las tarde, Milan llega del trabajo para pasar una hora arreglando el jardín de su casa, luego cena con su esposa y los dos se retiran entre risas y susurros a la habitación matrimonial. Diez meses después, Josefina recibe una carta de su sobrina, anunciándole que acaba de dar a luz a una niña, a la cual ha decidido llamar como su tía. Es entonces que el temperamento de Milan comienza a cambiar. En un principio, se vuelve más taciturno que de costumbre y con el paso de los días se torna francamente hosco. Por las noches le cuesta conciliar el sueño y, cuando finalmente lo consigue, habla en una lengua extraña. Comienza a frecuentar las tabernas, a descuidar el jardín y llega cada vez más tarde a su casa. Finalmente, su esposa lo confronta. Le dice que lo ama profundamente y que por tanto no se atreve a dejarle, pero que si no le confiesa que es lo que lo atormenta se arrojará del balcón hacia su muerte. Tal es su desesperación que prefiere dejar huérfana a su hija que seguir soportando la transformación de su adorado marido en un despojo humano. El hombre llamado Milan no sabe como reaccionar, así que da la vuelta y se está a punto de irse, cuando su mirada se fija en un punto de la puerta y algo en ella lo decide a volverse y revelarle la verdad a su esposa.

En realidad, su nombre no es Milan, sino Joachim von Stahler, y antes de llegar a América era un capitán de un navío mercante. Procede a relatarle a su joven esposa la historia con que comienza la novela, justo hasta el punto en que el capitán decide abandonar la posada maldita y probar suerte con la nevada. El frío cobra la vida de todos sus acompañantes, pero el es rescatado por un grupo de soldados, que se había separado de su unidad en Klaipéda a causa de la tormenta y que tras revivir al capitán y escuchar su historia deciden volver a la posada de Bronislovas a investigar lo sucedido. El capitán toca sin respuesta la puerta de la posada, pero pocos segundos después, escuchan disparos y los soldados derriban la puerta. En el interior, descubren el cuerpo inerte del posadero y al checo Milan, que es rápidamente desarmado, sometido y apresado. Ese mismo día la nevada amaina y los soldados llevan al marinero a Klaipéda, donde rápidamente es enjuiciado y condenado a muerte.

Antes de la ejecución, el capitán von Stahler pide hablar con el checo. A pesar de estar bastante malherido, Milan se ve tranquilo, casi se diría agradecido de su suerte. Se niega a hablar de lo que sucedió en la posada, aunque agrega que lo único que lamenta de su muerte es no haber cumplido el último deseo de Bronislovas, susurrado a su oído antes de que lo ejecutara. Joachim, que dice conocer la importancia de esas promesas, jura a Milan cumplir la voluntad del posadero. El marinero hace una señal al capitán para que se acerque y en una voz que es casi un suspiro le dice unas cuantas palabras. Inmediatamente después, los soldados toman a Milan y lo escoltan hasta un muro de piedra. El condenado es colocado de espaldas y se le vendan los ojos, contra su voluntad. A causa del frío, varios de los fusiles no disparan y cuando termina la descarga el marinero no está muerto sino malherido. El capitán Joachim von Stahler lo remata con un tiro de su propia pistola y ese es justo el punto donde decide interrumpir su narración.

Su esposa, sin embargo, le ruega que le diga que es lo que le susurro el verdadero Milan al oído, al cual primero el capitán se niega, pero cuando ella vuelve a amenazar con quitarse la vida, decide confesárselo. Ambos se abrazan mientras él le dice en un murmullo las mismas palabras que le ha escuchado decir tantas veces en sueños, sólo que esta vez en su idioma. Una lágrima única se escapa por el rabillo del ojo de la esposa del capitán.

“—Comprendo—, dice ella. —Ahora que lo sé, debes matarme.

“El capitán salió de la habitación y regreso unos minutos después, empuñando la pistola que le había regalado Urbieta la tarde antes de su partida a Rosario.

—Leí una vez que si una pistola aparece en el primer acto de una obra, debe dispararse en el último. Ahora se cumple ese plazo definitivo—, dijo. Y abrió fuego”

Nostalgia de Ámsterdam termina con una carta, en la cual la oficina de aduanas notifica al abogado Urbieta y a Josefina el fallecimiento de su sobrina y de su esposo. “La policía”, dice la última línea de la novela, “aún trabaja para esclarecer los hechos”.

--Fragmento de "El elefante Blanco"

Comentarios

Unknown dijo…
wow, que es esto?
Unknown dijo…
Hola, Benito. Es un fragmento de un cuento en el que estoy trabajando.

Saludos

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