La película, que en México se llamó Si yo hubiera..., va alternando las escenas entre la vida de una y otra Helen, hasta que uno de los caminos se corta. Hay, por supuesto, similitudes entre ambas historias, ecos de un destino que la protagonista no puede escapar. En cierto momento, incluso, las vidas parecen confunidrse y Helen, desconcertada, parece encontrarse viviendo la vida de la otra.
En la novela La vida que se va (1999), Vicente Leñero ensaya la misma premisa. Norma, aficionada al ajedrez, ensaya una y otra de sus vidas, senderos que se cortan, como si estuviera planenado los movimientos de una partida de ajedrez, hasta encontrar con la combinación que la haga vencedora. Lo mismo sucede en el filme Lola rennt (Tom Tykwer, 1999), aunque con menos ajedrez y más escenas de Franka Potente corriendo por las calles. Curiosamente, estas tres obras tan cercanas en el tiempo terminan siempre con el final feliz, o lo que es lo mismo, en la lógica combinatoria de la vida parece siempre posible encontrar el camino correcto.
Borges, por supuesto, era más cruel. Su versión de Groundhog Day, "El milagro secreto", termina con una bala. "El jardín de los senderos que se bifurcan", con la horca y con un laberinto infinito.
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