1. Hace unos meses estaba sentado en la FIL en la presentación de Señales que precederán al fin del mundo de Yuri Herrera. La sala de la presentación estaba muy lejos de la entrada, así que pensé que estaría vacía, pero me encontré con un salón atiborrado. Al final de la presentación, Yuri aprovechó para leer un fragmento. "Voy a aprovechar que la sala está llena", dijo. Y leyó. Las palabras volaron como una patada a los dientes.
2. Hace una semana, fui con Verónica a la presentación de Dos caminos, de Paul Medrano. Llegamos una media hora antes, pues tenía motivos para sospechar que de otra forma no íbamos a entrar a tiempo. Mientras deambulaba por el stand de Colofón, me crucé con Paul. Me preguntó donde podía encontrar Señales que precederán al fin del mundo y le dije que buscara en Sexto Piso, que era el distribuidor. Se veía muy nervioso. Después de charlar un rato, decidimos dejarlo caminar para ver si se le pasaban los nervios.
2a. Veinte minutos después, la madre de Paul nos confesaría que no lo había visto tan nervioso desde el día de su boda.
2b. Seis meses antes, en Acapulco, Paul me había recomendado enfáticamente que leyera a Yuri Herrera, porque era chingonsísimo y leerlo había sido una gran influencia en su propia novela.
2c. Sí, tanto Trabajos del reino como Señales... de Yuri Herrera parecen habitar en el mismo plano que Dos caminos.
2d. Paul Medrano vive en Acapulco. Yurri Herrera es de Pachuca. Pero los dos son narradores del Norte (de México). De los buenos, que conste. Le toca a Yuri presentar el libro de Paul y me parece que no pudo haber elección más atinada.
2e. "Me gustó mucho lo que leyó Paul", me dijo Verónica cuando salimos de la presentación. A mi también me gustó mucho. Y eso que se notaba que no estaba muy seguro de lo que leía, que lo comían los nervios. Me recordó mucho a ese fragmento de Señales... que leyó Yuri en Guadalajara.
3. Toda lectura es sus circunstancias y sus coincidencias. En este caso, esas circunstancias y coincidencias me llevaron a abrir el libro con muchas expectativas desde la primera página. La vida del lector es azarosa y cuando va mal, un poco de expectativas pueden derrumbar una lectura feliz. Pero no fue el caso. La novela soportó muy bien mis expectativas, la lectura furtiva en la oficina o en el metro.
¿De qué va Dos Caminos? No tengo ni idea. En la superficie, es la historia del enfrentamiento de dos capos de la droga en un país que se parece demasiado a México. Sin embargo, nunca queda bien claro si todo lo que leemos no es en realidad más que un guión cinematográfico que se escribe para salvar la vida de un verdadero capo, que está dispuesto a financiar la película. O si es un guión sobre un tipo que tiene que escribir un guión... Ya se imaginarán el resto.
Con capítulos cortos, fragmentarios, que mezclan sin preocupación referencias a la alta cultura y a la cultura de masas con un dejo de nostalgia, bien podría meterse este novela corta dentro de lo afterpop (igual que La biblia vaquera de Carlos Velázquez). El realismo sale volando por la ventana. Pero esto no es lo importante. El gran acierto de la novela radica en su visión panóramica, multifacética, del universo narrativo que describe. "Todo esto es ficción", dice Paul Medrano durante la presentación, antes de comenzar la lectura. Lo cierto es que, sin contar su parecido con la realidad, esta obra sugiere un espacio mucho más amplio del que muestran sus páginas. Es decir, que tiene más valor que el manido tema del narcotráfico donde a ratos parece que ya todo está dicho (aunque en la realidad nada se haya solucionado).
Si algo se le puede echar en cara es su brevedad. Los personajes son estereotípicos o nunca quedan bien dibujados y por lo mismo no son entrañables. Los fragmentos son muy disfrutables, pero no dan la idea de totalidad: podría haber más o menos sin que afectara la naturaleza de la obra. No obstante, estos problemas disminuyen ante el vértigo de la trama y la fuerza de las palabras. Como un todo, Dos caminos es una obra disfrutable, interesante, que se deja leer y que en más de un momento aprovecha los blancos de la página para invitar a la reflexión. Y eso es bastante.
2. Hace una semana, fui con Verónica a la presentación de Dos caminos, de Paul Medrano. Llegamos una media hora antes, pues tenía motivos para sospechar que de otra forma no íbamos a entrar a tiempo. Mientras deambulaba por el stand de Colofón, me crucé con Paul. Me preguntó donde podía encontrar Señales que precederán al fin del mundo y le dije que buscara en Sexto Piso, que era el distribuidor. Se veía muy nervioso. Después de charlar un rato, decidimos dejarlo caminar para ver si se le pasaban los nervios.
2a. Veinte minutos después, la madre de Paul nos confesaría que no lo había visto tan nervioso desde el día de su boda.
2b. Seis meses antes, en Acapulco, Paul me había recomendado enfáticamente que leyera a Yuri Herrera, porque era chingonsísimo y leerlo había sido una gran influencia en su propia novela.
2c. Sí, tanto Trabajos del reino como Señales... de Yuri Herrera parecen habitar en el mismo plano que Dos caminos.
2d. Paul Medrano vive en Acapulco. Yurri Herrera es de Pachuca. Pero los dos son narradores del Norte (de México). De los buenos, que conste. Le toca a Yuri presentar el libro de Paul y me parece que no pudo haber elección más atinada.
2e. "Me gustó mucho lo que leyó Paul", me dijo Verónica cuando salimos de la presentación. A mi también me gustó mucho. Y eso que se notaba que no estaba muy seguro de lo que leía, que lo comían los nervios. Me recordó mucho a ese fragmento de Señales... que leyó Yuri en Guadalajara.
3. Toda lectura es sus circunstancias y sus coincidencias. En este caso, esas circunstancias y coincidencias me llevaron a abrir el libro con muchas expectativas desde la primera página. La vida del lector es azarosa y cuando va mal, un poco de expectativas pueden derrumbar una lectura feliz. Pero no fue el caso. La novela soportó muy bien mis expectativas, la lectura furtiva en la oficina o en el metro.
¿De qué va Dos Caminos? No tengo ni idea. En la superficie, es la historia del enfrentamiento de dos capos de la droga en un país que se parece demasiado a México. Sin embargo, nunca queda bien claro si todo lo que leemos no es en realidad más que un guión cinematográfico que se escribe para salvar la vida de un verdadero capo, que está dispuesto a financiar la película. O si es un guión sobre un tipo que tiene que escribir un guión... Ya se imaginarán el resto.
Con capítulos cortos, fragmentarios, que mezclan sin preocupación referencias a la alta cultura y a la cultura de masas con un dejo de nostalgia, bien podría meterse este novela corta dentro de lo afterpop (igual que La biblia vaquera de Carlos Velázquez). El realismo sale volando por la ventana. Pero esto no es lo importante. El gran acierto de la novela radica en su visión panóramica, multifacética, del universo narrativo que describe. "Todo esto es ficción", dice Paul Medrano durante la presentación, antes de comenzar la lectura. Lo cierto es que, sin contar su parecido con la realidad, esta obra sugiere un espacio mucho más amplio del que muestran sus páginas. Es decir, que tiene más valor que el manido tema del narcotráfico donde a ratos parece que ya todo está dicho (aunque en la realidad nada se haya solucionado).
Si algo se le puede echar en cara es su brevedad. Los personajes son estereotípicos o nunca quedan bien dibujados y por lo mismo no son entrañables. Los fragmentos son muy disfrutables, pero no dan la idea de totalidad: podría haber más o menos sin que afectara la naturaleza de la obra. No obstante, estos problemas disminuyen ante el vértigo de la trama y la fuerza de las palabras. Como un todo, Dos caminos es una obra disfrutable, interesante, que se deja leer y que en más de un momento aprovecha los blancos de la página para invitar a la reflexión. Y eso es bastante.
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