Después de leer House of Leaves, me dan miedo las puertas cerradas. La idea de que una puerta pudan llevar a algún lugar extraño, desconocido, unheimlich, me ronda por momentos. Abres la puerta de recámara y descubres que da a un largo pasillo oscuro. Pasa más o menos lo mismo con los libros. Cada hoja que pasa es una puerta cerrada. No vas a saber lo que vas a encontrar hasta que la abras. Pasa incluso con los libros que ya has leido y quizá de ahí el temor de que al abrir una puerta no encuentre lo que espero. Recuerdo haber leído Cambio de piel de Carlos Fuentes cuando tenía dieciocho años y luego otra vez cuando cumplí veinticinco y me encontré con un libro totalmente distinto. A veces saco el libro de su estante para comprobar que las palabras no han cambiado de nuevo.
En eso los libros son como el gato de Schrödinger. No puedes saber si el libro está vivo muerto hasta que lo abres. No sabes si las palabras cambian de lugar mientras no las miras. Si los libros están vacíos hasta el momento en que abres una de sus páginas.
En Avalon, de Mamoru Oshii, la protagonista compra varios libros sobre la leyenda artúrica como parte de su investigación, libros que se descubre, más tarde, están vacíos. Eso puede significar que ese mundo no es real o quizá, sospecho, que el mundo existe sólo para el protagonista. Que aquello que no ve, aquello que olvida, no existe.
Los libros son, finalmente, receptáculos de la memoria. En Farenheit 451, Bradbury plantea la idea de un hombre que trata de memorizar el contenido de los libros para preservarlos. De forma similar, los druidas de la antiguedad transmitían libros enteros en forma oral, para evitar que el conocimiento cayera en manos indignas. Los libros son una extensión de nuestra memoria; la literatura una extensión de nuestra imaginación.
Shakespeare escribió celebremente que todo el mundo es un escenario. Yo creo que todo el mundo es un libro y cada uno de nosotros no somos más que uno de sus infinitos lectores. Como el gato de Schrödinger, como un libro cerrado, no existe más que cuando nos ponemos a leerlo.
En Avalon, de Mamoru Oshii, la protagonista compra varios libros sobre la leyenda artúrica como parte de su investigación, libros que se descubre, más tarde, están vacíos. Eso puede significar que ese mundo no es real o quizá, sospecho, que el mundo existe sólo para el protagonista. Que aquello que no ve, aquello que olvida, no existe.
Shakespeare escribió celebremente que todo el mundo es un escenario. Yo creo que todo el mundo es un libro y cada uno de nosotros no somos más que uno de sus infinitos lectores. Como el gato de Schrödinger, como un libro cerrado, no existe más que cuando nos ponemos a leerlo.
Comentarios
De Filosofía y Letras de Pablo de Santis.
Te faltó una referencia imprescindible al hablar de este tema. ¿Qué hay de El Libro Interminable de Michael Ende? Un libro que literalmente es diferente cada vez que uno lo toma y lo abre...
Y por si fuera poco, donde la interacción con el lector es directa y recíproca, y no sólo en un sólo sentido.
Eso si, nunca me había planteado esta teoría, del Libro de Schrödinger. Una relación bastante interesante y apta. Me gustó.