Paul Medrano me invitó por segundo año consecutivo al encuentro Encuentro de Jóvenes Escritores en Acapulco y yo fui con mucho gusto. El encuentro mejoró mucho en cuanto al año pasado. La sede del encuentro ahora fue la Casona de Juárez, que yo pensaba erróneamente que se llamaba así porque estaba en la calle de Benito Juárez, pero no, la calle se llama así porque la casa era de Benito Juárez. Habría que decir que el encuentro sufrió por la falta de apoyo del Municipio de Acapulco, que de buenas a primeras redujo a la mitad el presupuesto del encuentro, lo cual provocó ciertas carencias. Sin embargo, los organizadores Ulber Sánchez, Antonio Salinas y Paul Medrano se arreglaron como campeones para sacar adelante el evento.
El programa del encuentro era muy variado, pero como de costumbre tuvo cambios de última hora. La mesa de análisis de poesía se canceló ya que sólo llegó uno de los ponentes. No me queda muy claro porque no se reorganizó con otros, ya que había muchas personas capaces de entrarle al quite, pero para mí esto resultó el punto negro del encuentro. Me quedé con un montón de preguntas guardadas sobre el desarrollo de la poesía joven en México. Ya habrá otra oportunidad de hacerlas, espero.
De entre todos los eventos a los que asistí (que no fueron todos) lo más destacado fue la presentación de La Biblia Vaquera de Carlos Velázquez, dónde Ángel Carlos Sánchez hizo una gran lectura del texto; la charla con Yuri Herrera, que habló de cómo la publicación de su novela en España le ha servido para entrar en el debate cultural, la presentación de revistas Óraculo y Hermano Cerdo (a esa no fui, pero todos me dijeron que estuvo interesante), y la presentación de Los esclavos de Alberto Chimal, en la que Alberto resaltó el carácter igualitario de los blogs. Me la pasé muy bien en la mesa de análisis de narrativa joven, que fue a lo que iba. Todos dijimos prácticamente lo mismo.
Para "los críticos" de la literatura mexicana joven, la mayor preocupación parece ser el efecto que están creando las becas y reconocimientos otorgados por el Estado a la creación literaria. Mis compañeras de mesa resaltaron que afecta a la "responsabilidad" del escritor, aunque yo no tengo muy claro si esa responsabilidad existe. Insistí en el hecho de que la literatura no puede depender del apoyo gubernamental. También se habló sobre el papel que juegan los blogs y otros servicios electrónicos en la difusión de la literatura joven. Hay opiniones a favor y en contra. La ronda de preguntas y respuestas fue bastante animada, pero no lo polémica que hubiera esperado. Muchos asentían en aprobación, otros ponían cara de no estar de acuerdo pero no dijeron nada y otros más estaban dormidos (el calor y la cerveza hicieron lo suyo en gran parte del encuentro). También mencioné mi experiencia en la Animex de Monterrey, las dificultades y problemas que atraviesan los artistas nacionales del cómic, que comparten mucha de la problemática de los escritores jovenes pero no sus beneficios ni prebendas.
De las pocas lecturas de obra a las que asistí no hubo mucho que me llamara la atención, salvo por un par de cuentos leídos por Salvador Calva y Mauricio Salvador. Carlos Velázquez calificó este último como "la lectura más larga y más tediosa del encuentro, aunque quiero mucho al Mauricio", claro, en plan de juego, pero me llevó a reflexionar sobre el hecho de que las lecturas de obra no son muy útiles. Después de dos encuentros en Acapulco e innumerables lecturas en la Facultad, no les encuentro sentido. La gran mayoría de los escritores leen mal o muy mal, lo cual no ayuda. La gran mayoría de los lectores (los que asisten a estas lecturas, al menos) están acostumbrados a leer en soledad y en silencio, a un ritmo mucho más veloz del que brinda una lectura en voz alta, con la capacidad de volver sobre lo leído, adelantarte o saltarte pasajes. Este pequeño retroceso de siglos en las lecturas públicas me extraña. Si esto aplica o no a la poesía es algo que no sé, pero yo me aburrí igual en las lecturas de poesía, así que algo habrá de eso.
El cuento de Mauricio era muy bueno, pero muy largo, igual que el de Salvador, que para colmo usaba recursos tipográficos que se perdían en la lectura en voz alta. Quizá hubo otros buenos textos que se pasaron de largo en una mala lectura (y por los nervios del escritor). Ni que decir que las lecturas de obra fueron las menos atendidas y menos comentadas, salvo las que se hicieron en el Bar del Puerto, pero sospecho que porque esas tenían algún otro aliciente..
Obviamente en el Encuentro no todo fue literatura. Verónica fue una excelente compañera de viaje. Hicimos todo lo que había que hacer en Acapulco y nos divertimos mucho. En el encuentro también se la pasó muy bien. Y nos enamoramos un poco más. Un viaje redondo.
Ulber Sánchez, Toño Salinas, un represente del Municipio y Andrés Cisneros
El programa del encuentro era muy variado, pero como de costumbre tuvo cambios de última hora. La mesa de análisis de poesía se canceló ya que sólo llegó uno de los ponentes. No me queda muy claro porque no se reorganizó con otros, ya que había muchas personas capaces de entrarle al quite, pero para mí esto resultó el punto negro del encuentro. Me quedé con un montón de preguntas guardadas sobre el desarrollo de la poesía joven en México. Ya habrá otra oportunidad de hacerlas, espero.
De entre todos los eventos a los que asistí (que no fueron todos) lo más destacado fue la presentación de La Biblia Vaquera de Carlos Velázquez, dónde Ángel Carlos Sánchez hizo una gran lectura del texto; la charla con Yuri Herrera, que habló de cómo la publicación de su novela en España le ha servido para entrar en el debate cultural, la presentación de revistas Óraculo y Hermano Cerdo (a esa no fui, pero todos me dijeron que estuvo interesante), y la presentación de Los esclavos de Alberto Chimal, en la que Alberto resaltó el carácter igualitario de los blogs. Me la pasé muy bien en la mesa de análisis de narrativa joven, que fue a lo que iba. Todos dijimos prácticamente lo mismo.
Paul Medrano, Iris García, René López Villamar y Gabriela Conde
Para "los críticos" de la literatura mexicana joven, la mayor preocupación parece ser el efecto que están creando las becas y reconocimientos otorgados por el Estado a la creación literaria. Mis compañeras de mesa resaltaron que afecta a la "responsabilidad" del escritor, aunque yo no tengo muy claro si esa responsabilidad existe. Insistí en el hecho de que la literatura no puede depender del apoyo gubernamental. También se habló sobre el papel que juegan los blogs y otros servicios electrónicos en la difusión de la literatura joven. Hay opiniones a favor y en contra. La ronda de preguntas y respuestas fue bastante animada, pero no lo polémica que hubiera esperado. Muchos asentían en aprobación, otros ponían cara de no estar de acuerdo pero no dijeron nada y otros más estaban dormidos (el calor y la cerveza hicieron lo suyo en gran parte del encuentro). También mencioné mi experiencia en la Animex de Monterrey, las dificultades y problemas que atraviesan los artistas nacionales del cómic, que comparten mucha de la problemática de los escritores jovenes pero no sus beneficios ni prebendas.
De las pocas lecturas de obra a las que asistí no hubo mucho que me llamara la atención, salvo por un par de cuentos leídos por Salvador Calva y Mauricio Salvador. Carlos Velázquez calificó este último como "la lectura más larga y más tediosa del encuentro, aunque quiero mucho al Mauricio", claro, en plan de juego, pero me llevó a reflexionar sobre el hecho de que las lecturas de obra no son muy útiles. Después de dos encuentros en Acapulco e innumerables lecturas en la Facultad, no les encuentro sentido. La gran mayoría de los escritores leen mal o muy mal, lo cual no ayuda. La gran mayoría de los lectores (los que asisten a estas lecturas, al menos) están acostumbrados a leer en soledad y en silencio, a un ritmo mucho más veloz del que brinda una lectura en voz alta, con la capacidad de volver sobre lo leído, adelantarte o saltarte pasajes. Este pequeño retroceso de siglos en las lecturas públicas me extraña. Si esto aplica o no a la poesía es algo que no sé, pero yo me aburrí igual en las lecturas de poesía, así que algo habrá de eso.
El cuento de Mauricio era muy bueno, pero muy largo, igual que el de Salvador, que para colmo usaba recursos tipográficos que se perdían en la lectura en voz alta. Quizá hubo otros buenos textos que se pasaron de largo en una mala lectura (y por los nervios del escritor). Ni que decir que las lecturas de obra fueron las menos atendidas y menos comentadas, salvo las que se hicieron en el Bar del Puerto, pero sospecho que porque esas tenían algún otro aliciente..
Su servidor y Verónica
Obviamente en el Encuentro no todo fue literatura. Verónica fue una excelente compañera de viaje. Hicimos todo lo que había que hacer en Acapulco y nos divertimos mucho. En el encuentro también se la pasó muy bien. Y nos enamoramos un poco más. Un viaje redondo.
Comentarios
Debiste invitar con anticipación, alguien pudo animarse.
Y en cuanto a la parte de que no deben depender del subsidio gubernamental: ¡Completamente de acuerdo!
Salud
La verdad es que lo de las lecturas es curioso. Que los autores hayan elegido textos que perdían en la lectura oral... Yo reconozco que no podría leer bien algo mío, y en general, tengo buena dicción para hablar en público, pero no sé si para leer. También es cosa de no meterse al barro si no tienes botas.
Espero que haya tercera edición y que sigan cumpliéndose los objetivos de los organizadores.
Lo de que el encuentro en Monterrey haya caído en la misma fecha me intriga, pero es más bien chisme. Después de ver fotos de ambos encuentros, me sigue gustando más Acapulco.
@Capitán: ¿No se arman cosas así en Argentina?
Mi problema con la lectura en voz alta es que es una actividad anacrónica. No se lee en voz alta más que en las mentadas presentaciones y lecturas de libro. Creo que es buen tema para otra nota.
A mi me sigue intrigando la idea de la responsabilidad del escritor. Me da la impresión de que en cierto circuito es una idea muy aceptada, pero no sé por qué. ¿Responsabilidad de qué o para qué?
Eso no quita que piense que el actual sistema de becas y premios culturales en México es un problema y no una ventaja, pero no por la existencia de una responsabilidad, sino por cosas de índole mucho más práctico.