Poor folk love their cellphones!Hace unos meses mencionaba en esta memoria una conferencia de Bruce Sterling que curiosamente no se encuentra en la red, aunque existen muchas notas al respecto. El tema de esa conferencia —todo indica— fue que es un error medir la conectividad como una medida de riqueza, sino al contrario. Sterling señala que sólo los pobres están obsesionados con sus conexiones. "Cualquiera con un alma fuerte o una cartera gorda puede apagar su celular y cultivar jardines privados que mantienen Internet alejada".—Bruce Sterling
En su momento, las notas sobre la conferencia causaron una pequeña polémica entre los technorati, pero tras reflexionar un poco los puntos que hace Sterling se revelan como ciertos. Facebook es como vivir en un vecindario apretado, mal ventilado y con problemas en la cañería. Te enteras de quién es amigo de quién, a quién le va mal en el trabajo y quién acaba de terminar con su novio. Los vendedores de baratijas de puerta en puerta te asedian. Qué estas condiciones de vida sean deseables es un indicador de pobreza. Lo mismo puede decirse del teléfono celular, que hace mucho dejó de ser una marca de clase y se transformó en un instrumento de oficina. Es rico el que puede apagar el celular sin miedo a quedarse sin trabajo. Preferimos usar chats y correos electrónicos para estar en contacto con los amigos porque encontrarse físicamente es mucho más caro, tanto por el tiempo invertido como porque tomarse una copa de vino cuesta. Los escritores que recurren a los blogs para dar a conocer su obra, por supuesto, también son pobres. Los ricos tienen las conexiones para hacerse publicar y en caso necesario pagar la comercialización de su obra en papel, en el mundo real, sin apoyos gubernamentales.
El término aldea global es muy apropiado para este nuevo mundo. En Internet vuelve el trueque, el intercambio en la plaza pública, el chisme de los vecinos, el ostracismo como medida de castigo y la falta de privacidad. Las decisiones se toman por el concilio de ancianos y la justicia es la justicia de la turba. Otra Internet es posible para aquellos que tienen la capacidad de pagar por ella: sitios privados, contenido premium, para unos pocos, en lugares menos atestados, sin anuncios para bajar de peso ni ofertas para encontrar el amor de tu vida.
No deja de ser curioso que en México el nuevo paquete de impuestos contemple gravar las telecomunicaciones. Nuestros legisladores, tan ricos como ignorantes, que en la mayoría de los casos no saben ni siquiera prender una computadora, quieren pensar que la conectividad es algo a lo que sólo tienen acceso las élites, sin darse cuenta de que en realidad están cargando el costo a aquellos que dependemos de la tecnología para sobrevivir.
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Hoy salió Ubuntu 9.10 Karmic Koala, la nueva versión del sistema operativo de los ricos. A diferencia de Windows 7, que venía preinstalado en el nuevo ordenador desde el cual escribo esta nota, Ubuntu no tiene comerciales. No te ofrece versiones de prueba trucadas de programas de dudosa calidad (entre los que incluyo el propio Windows 7), sino que viene con todo listo para usarse. En vez de desgastarse buscando en la red programas adicionales, todo se agrega desde una fuente única. Al encenderse, no aparecen recordatorios sobre el poco dinero que tiene y que ya debería de mejorar el sistema operativo previo pago con tarjeta de crédito. A diferencia de los sistemas operativos para pobres, Ubuntu funciona mejor, tiene mejores efectos gráficos y es gratuito. Por algo se le llama software libre. Además, siempre te deja la opción de conservar tu viejo sistema operativo para pobres en caso de que, por ejemplo, necesites usar Adobe InDesign para ganarte la vida.
Comentarios
Como no conozco al cuate ese que me mencionas, pues no puedo opinar mucho de ese lado. ¿Tendrás algún ejemplo más cercano?