4. Un hombre espera una llamada importantísima. Quizá sean los resultados de una prueba de laboratorio, la noticia de que su tíaha muerto y él heredará. No es muy segura o más bien es muy dudosa la naturaleza de esa llamada, pero no cabe duda que es importante. Es una llamada que le cambiará la vida. El hombre carga siempre el teléfono consigo. Lo mira. Se asegura que tiene suficiente batería, que no haya silenciado el timbre por error.
Pasan los días y la llamada no llega. En su angustia, comienza escuchar un teléfono que suena. Es un sonido idéntico al de un teléfono de oficina, pesado, electrónico, que es el mismo tono que ha elegido para su móvil. Sabe que es no es una llamada real, porque su dispositivo tiene la función de vibrador encendida, pero no vibra. De todas formas, saca el teléfono. No hay ninguna llamada entrante.
Cada vez con más frecuencia escucha ese timbre fantasma. Suena dos veces, dos timbrazos cortos, y después calla, como si no alcanzara a contestar o como si quien llamase cambiara de opinión. Las primeras veces lo escuchó en la oficina y pensó que quizá el ruido provenía de un cubículo distante. Pero luego lo escucha en todas partes: en el camión de camino a casa, en el baño, antes de acostarse a dormir. Siempre suena dos veces y después se calla.
El hombre considera visitar a un médico, pero le da miedo lo que pueda decirle. También, no tiene dinero para pagar los honorarios de un médico. Se auto-diagnostica: es sólo estrés. Pero la frecuencia de esas alucinaciones auditivas, como ahora las llama, aumenta cada día. Piensa en cambiar el tono de su móvil, pero no lo hace por temor a lo que sucedería. Por momentos son tan frecuentes que no parece que sonara dos veces y se cortase, sino como si el teléfono fuese a sonar para siempre, como si el último hombre en la tierra llamase por teléfono al otro lado del mundo y nadie contestara por que no hay nadie que pueda contestar.
Pasan aún más días y el hombre se acostumbra a vivir con el sonido del teléfono fantasma. Con el tiempo, está tan habituado a escucharlo que lo ignora. Cuando en verdad deja de escucharlo, no se da cuenta del cambio. Sigue su vida tranquilo. Deja de esperar la llamada. Se casa. Tiene dos hijos. Sufre un accidente automovilístico. Lo promueven en el trabajo. No vuelve a escuchar más el sonido de esos timbrazos que vienen de ninguna parte.
Lo que creo que sucedió es esto: el universo en que vivimos está compuesto de infinitas realidades, cada una ligeramente diferente. En su angustia por esperar esa llamada que cambiaría el curso de su existencia, el hombre comenzó a escuchar más allá de esta realidad, a través de la fina membrana que la separa de las otras. No es que el teléfono dejara de sonar, sino que él dejaba que sonara dos veces y después lo contestaba. En infinitas realidades, la llamada llegaba y él atendía las indicaciones que escuchaba por el auricular y su vida no volvía a ser la misma. Es posible, incluso, que la llamada que estaba reservada para esta existencia, para este plano que llamamos nuestra realidad, haya cruzado la membrana entre las realidades y la haya contestado otra versión de sí mismo, que ahora vive su vida.
(Llamadas telefónicas 1)
Pasan los días y la llamada no llega. En su angustia, comienza escuchar un teléfono que suena. Es un sonido idéntico al de un teléfono de oficina, pesado, electrónico, que es el mismo tono que ha elegido para su móvil. Sabe que es no es una llamada real, porque su dispositivo tiene la función de vibrador encendida, pero no vibra. De todas formas, saca el teléfono. No hay ninguna llamada entrante.
Cada vez con más frecuencia escucha ese timbre fantasma. Suena dos veces, dos timbrazos cortos, y después calla, como si no alcanzara a contestar o como si quien llamase cambiara de opinión. Las primeras veces lo escuchó en la oficina y pensó que quizá el ruido provenía de un cubículo distante. Pero luego lo escucha en todas partes: en el camión de camino a casa, en el baño, antes de acostarse a dormir. Siempre suena dos veces y después se calla.
El hombre considera visitar a un médico, pero le da miedo lo que pueda decirle. También, no tiene dinero para pagar los honorarios de un médico. Se auto-diagnostica: es sólo estrés. Pero la frecuencia de esas alucinaciones auditivas, como ahora las llama, aumenta cada día. Piensa en cambiar el tono de su móvil, pero no lo hace por temor a lo que sucedería. Por momentos son tan frecuentes que no parece que sonara dos veces y se cortase, sino como si el teléfono fuese a sonar para siempre, como si el último hombre en la tierra llamase por teléfono al otro lado del mundo y nadie contestara por que no hay nadie que pueda contestar.
Pasan aún más días y el hombre se acostumbra a vivir con el sonido del teléfono fantasma. Con el tiempo, está tan habituado a escucharlo que lo ignora. Cuando en verdad deja de escucharlo, no se da cuenta del cambio. Sigue su vida tranquilo. Deja de esperar la llamada. Se casa. Tiene dos hijos. Sufre un accidente automovilístico. Lo promueven en el trabajo. No vuelve a escuchar más el sonido de esos timbrazos que vienen de ninguna parte.
Lo que creo que sucedió es esto: el universo en que vivimos está compuesto de infinitas realidades, cada una ligeramente diferente. En su angustia por esperar esa llamada que cambiaría el curso de su existencia, el hombre comenzó a escuchar más allá de esta realidad, a través de la fina membrana que la separa de las otras. No es que el teléfono dejara de sonar, sino que él dejaba que sonara dos veces y después lo contestaba. En infinitas realidades, la llamada llegaba y él atendía las indicaciones que escuchaba por el auricular y su vida no volvía a ser la misma. Es posible, incluso, que la llamada que estaba reservada para esta existencia, para este plano que llamamos nuestra realidad, haya cruzado la membrana entre las realidades y la haya contestado otra versión de sí mismo, que ahora vive su vida.
(Llamadas telefónicas 1)
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