Nada pasa dos veces.
En consecuencia, es un triste hecho
que llegamos aquí improvisados
y nos vamos sin una oportunidad de practicar.
No que esto sea algo nuevo. Ya el viejo Heráclito el Oscuro, de Éfeso, anotó que nadie se baña en el mismo río dos veces. A pesar de ir en contra de mi larga amistad con el filósofo presocrático, debo decir que tanto él, como Kundera y Symborska se engañan o están equivocados.
[Wislawa Symborska]
Este descubrimiento me llegó de forma bastante casual, mientras estaba sentado frente al televisor con mi sobrino, cada uno con un mando inalámbrico en las manos, entretenidos en un videojuego de guerra. La trama del videojuego resulta entretenida por exagerada: una raza alienígena invade la Tierra desde sus entrañas, como en La guerra de los mundos de H. G. Wells, y la humanidad decide autodestruirse antes que entregar la civilización a los alienígenas. En el juego, tú eres uno de los Gears of War, soldados genéticamente diseñados para vencer a los alienígenas y tener mala actitud, cuyo rifle de asalto tiene una motosierra integrada en lugar de una bayoneta.
Pues bien, en el videojuego, como en casi todos los juegos de video, si tu fiero combatiente cae en batalla, muchas veces manchando de sangre toda la pantalla, reducido a unos cuantos retazos de carne, el televisor sólo se oscurece un poco y el programa te pregunta: “¿Deseas cargar el juego desde el último punto de control?” A lo cual mi sobrino y yo siempre contestábamos que sí.
Vidas infinitas para muertes infinitas. Muere una vez, sigue luchando gracias a la magia de la computación. Al menos en el terreno de los videojuegos, el pesimismo de Symborska se descubre anulado; puedes morir cuantas veces sea necesario, hasta tener la suficiente práctica para salvar a la humanidad de sus enemigos mortales. Por supuesto, esta posibilidad de múltiples vidas, junto con sus múltiples muertes, no fue descubierta por los videojuegos. Es el terreno fértil de la literatura.
[El infame rifle con motosierra de los Gears of War]
Anota Marco Flaminio Rufo en “El inmortal”, que “Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agripa, soy dios, soy héroe, soy demonio, soy filósofo y soy mundo”. A lo cual tendría que agregar, con técnica menardiana, que yo mismo he sido Marco Flamino Rufo y Cornelio Agripa y Homero. También tendría que agregar que “Como todos hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el oprobio, las cárceles.” Habría que anotar, además, que como dijo alguna vez Xavier Villaurrutia, el hombre es un animal curioso, capaz de sentir nostalgia aun de su propia muerte. Por consecuencia lógica, mágico silogismo a partir de las premisas de Borges y Villaurrutia, sentimos nostalgia de la muerte de todos los hombres.
En la tan devaluada imaginación de los seres humanos aguarda el acceso a otras experiencias, otros tiempos y otras realidades. A través de medios tan dispares teatro, el cine, la literatura, los comics y los videojuegos, encarnamos en otros tantos hombres. Vidas infinitas a muertes infinitas. Tal vez, este sea al menos uno de los propósitos del arte.
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http://www.youtube.com/watch?v=gPutYwiiE0o