Ir al contenido principal

El juego del destino (Work in Progress)

Se llama el juego del destino y se juega así:


1) Cuatro o cinco personas se reúnen alrededor de una mesa, donde se procede a preparar el tablero. En una hoja de buen tamaño se pinta un cuadrado que a su vez se subdivide en cuatro columnas y cuatro renglones, dejando un total de dieciséis casillas; éstas deben ser lo suficientemente grandes como para que quepan las penas. La casilla superior a la izquierda se marca con el número uno y se continúan numerando las casillas en orden horizontal; de forma que la casilla inferior derecha tiene el número dieciséis, y se le conoce como destino.

2) Se reparten las fichas, a las que se llama “penas”: veinticinco para cinco jugadores, treinta si son cuatro. En casa de Arkángel usamos corcholatas de cerveza, que conforme se avanza el juego se van apilando una tras otras en precarias torres de Babel. Cuando jugamos en el departamento de María usamos lentejas porque son pequeñas y fáciles de conseguir. Esto provocó dos reacciones. En primer lugar, María se ha empeñado en decir: cuando nos vemos para el juego de las lentejitas. En segundo, la sopa de lentejas ha sido rebautizada con el siniestro nombre de “sopa de penas”.

3) Los que juegan echan suertes para ver quien va primero. El primer jugador coloca una ficha en la primera casilla y el turno pasa al jugador a su izquierda. Cuando una casilla tiene una cantidad de penas igual a su número se dice que está maldita y ya no se pueden poner más penas ahí. Se pueden jugar penas en cualquier casilla adyacente a una casilla maldita (las diagonales no valen).

4) Durante su turno, un jugador puede hacer dos cosas:

a) puede poner cualquier cantidad de penas en una casilla permitida, o bien,

b) quitar una sola pena de una casilla, excepto de la primera casilla, que está “eternamente maldita”. Si ya no se tiene ninguna pena, en cambio, se pueden tomar cualquier cantidad de ellas.

Cuando el jugador termina de hacer su movimiento, le sigue el jugador a su izquierda, hasta el final del juego.

5) El jugador que logra colocar dieciséis penas en el destino es el ganador y obtiene el título de “Rey del destino” hasta el siguiente juego.

6) Obviamente, el destino no es un juego de estrategia, sino de diplomacia. Antes del turno de un jugador, cualquier otro, empezando por el de la derecha, en sentido contrario de las manecillas de las manecillas del reloj, puede pedirle que haga un movimiento específico a cambio de un “milagro”. Un milagro puede ser cualquier cosa, desde prestar un libro hasta limpiar el baño. Si el jugador en turno realiza el movimiento, le tienen que cumplir el milagro.

Al principio del juego se suelen ofrecer milagros ridículos, por ejemplo, si maldices la casilla dos te regalo un millón de dólares. Esto es porque es común renegociar los milagros conforme el juego avanza, si bendices la casilla cinco te perdono el millón. Pero conforme las penas se van acercando al destino, los milagros se empiezan a poner serios y ahí es donde esta lo bueno del juego. Después de una buena partida de destino, se pasan semanas acompañando a los amigos a lugares rarísimos, haciendo trabajos denigrantes y, en general, pasándosela bien...


Comentarios

El extranjero dijo…
Gran juego!!!!

Deberíamos organizarlo una vez al mes, siempre es bueno un rato de hacer el ridículo con los amigos :P

Entradas más populares de este blog

Twin Peaks: El retorno

Twin Peaks o los hombres que no amaban a las mujeres Advertencia: este texto contiene la revelación del misterio esencial de las primeras dos temporadas de Twin Peaks: quién es el asesino de Laura Palmer. Revela más bien muy poco de las líneas argumentales de la tercera temporada, si bien su intención es esbozar algunas líneas para reflexionar sobre su desenlace. El 26 de abril de 1990, unos 17 millones de personas vieron lo que muchos críticos califican como una de las escenas más graciosas e inquietantes de la historia de la televisión. En el cuarto episodio de la primera temporada de Twin Peaks , “Rest in Pain”, un desconsolado Leeland Palmer —en una gran interpretación de Ray Wise— se lanza sobre el féretro de Laura, su hija asesinada, durante el entierro. El mecanismo elevador del ataúd se activa y padre e hija descienden juntos al agujero en la tierra, pero una avería provoca que se eleve de nuevo. Mientras Ray llora sobre la caja que contiene al cuerpo de su hija, el féret...

La muerte del cuento, 1 (¿Qué hace a un cuento, 2?)

Esta nota es una respuesta a un comentario de Edilberto Aldán , sobre la idea de la muerte del cuento que mencioné en una nota anterior, aunque la reflexión fue algo que me empezó a dar vueltas en diciembre, tras escribir una nota sobre el ganador del Juan Rulfo de RFI del año pasado , que es a su vez una respuesta a un comentario de Daniel Espartaco en el blog de HermanoCerdo. 1. ¿Que será que se muera el cuento? Los géneros literarios no son para siempre. La poesía épica lleva unos quinientos años de no estar en boga, y el siglo pasado se encargó de asestar la estocada de muerte a la poesía medida. También ha pasado el tiempo del género epistolar, de la novela de folletín y de los sermones. Ya entrados en gastos, la ciencia ficción como subgénero tampoco da muchas señales de vida. 1a. Lo más fácil es decir que ningún género está realmente muerto. Qué todavía se escriben sonetos, que alguien está escribiendo un enorme poema épico justo en este momento, que Los tres mosqueteros no h...

Aventuras de la vida digital

Hace casi un año me regalaron un iPhone en mi cumpleaños. Todas las advertencias de Cortázar sobre los relojes aplican para el iPhone, pero al cuadrado. Eso no evito que cuando seis meses después se robaron mi teléfono, no dudara en comprarme uno nuevo. El iPhone no sólo cambio la forma en que estaba acostumbrado a comunicarme —y me permitió pasar menos tiempo frente a una computadora—; también transformó la forma en que estaba acostumbrado a relacionarme con las computadora. Después de cuatro años de usar Ubuntu Linux de manera casi exclusiva, mi nueva laptop es una Macbook Air. Quizá lo más curioso de estos últimos cuatro años usando software libre es que me preparó para la Mac como nunca lo hubiera hecho Windows. Casi todas las adiciones del nuevo sistema operativo de Mac, Mountain Lion, ya tenían un año o más de un año en los diferentes escritorios de Linux. La diferencia, por supuesto, es que en Mac funcionan bien. Itunes y la App Store me hubieran parecido un concepto comp...