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Más sueños

1. Ayer soñé otra vez con Borges. Jugábamos ajedrez y discutíamos sobre H. P. Lovecraft. Al menos, yo discutía sobre H. P. Lovecraft, pero Borges me hablaba de Chesterton y comparaba el final de El hombre que fue Jueves con la revelación última de En las montañas de la locura. Borges se veía muy cansado. Estaba fumando un habano o más bien junto a él había un cenicero con un habano encendido que no se extinguía nunca. Detrás de Borges había un enorme espejo, pero en ese espejo sólo se reflejaba el sillón de respaldo alto donde estaba sentado Borges, el cenicero, el habano y la mesa de ajedrez. Quizá el espejo era en realidad una pintura.

2. De niño, solía soñar con los cuentos de Lovecraft. No había leído aún a Lovecraft, pero soñaba con sus cuentos. Ya había leído a Poe, pero no a Lovecraft. Creo que en realidad no eran los cuentos de Lovecraft, sino sus sueños, los que yo soñaba. Los sueños estaban desgastados por las orillas, estaban granulosos y difuminados, como sueños que ya han sido usados muchas veces. Quizá eran los sueños de Poe, que habían sido después soñados por Lovecraft. Lo cierto en que de esos sueños todavía recuerdo una frase extraña, que tiempo después le recitaría a Borges en otro sueño: En su mansión de R'lyeh, Cthulhu muerto aguarda dormido.

3. En el espejo del sueño con Borges hay una puerta pintada. Cuando le pregunto por ella al viejo - en el sueño Borges es muy viejo-, él se ríe y me recita unas líneas de Quevedo:

¡Oh muerte, cuánto mengua en tu medida
la gloria mentirosa de la vida!

El viejo Borges tose un poco mientras recita. Entiendo pronto la naturaleza de esa risa y me estremezco. Borges parece olvidar de pronto el tema y comienza a hablar sobre la naturaleza de las pesadillas. Después, algo alarmado, me pregunta la hora. Es muy tarde.

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