La semana pasada tuve fiebre, mucha fiebre. En el delirio, era un espía ruso al que estaban entrenando para asesinar a un miembro importante del partido nazi. Como era muy valioso para los rusos, me movían constantemente en tren de un lugar a otro y no permitían que nadie me viera. Me sometieron a cirugía plástica para que pareciera una persona muy allegada a quien iba a asesinar. Todo el día me sometían a pruebas e interrogatorios para asegurarse de que conocía el plan a la perfección, que los alemanes no nos podían descubrir. Me estaban transformando en otra persona.
Tenía frío, mucho frío, porque era invierno y afuera estaba nevando. En los cuartos donde me tenían, en los trenes, no había nunca calefacción. Tampoco me estaba permitido fumar, aunque no entiendo muy bien por qué. Cuando me dejaban sólo, a veces me dejaban sólo, siempre había un hombre sentado justo fuera de la puerta de mi cuarto. Todos los cuartos eran iguales. Recuerdo los techos pintados de blanco, las tuberías rojas y azules. Recuerdo un aroma antiséptico, como el de un hospital.
En el delirio, recuerdo, yo tenía un imposible ejemplar de Ficciones traducido al ruso. Yo leía "El jardín de los senderos que se bifurcan" porque entendía que en la historia estaba escondida una clave, quizá del futuro, quizá del papel que tendría yo que jugar en la guerra. El libro y mis ropas eran las únicas pertenencias que se me permitían.
No sé si habré logrado mi cometido, porque eventualmente la fiebre cedió y se fue el delirio. Lo que si sé es que no puedo encontrar mi ejemplar de Ficciones. Creo que lo olvide cuando bajé del último tren.
Tenía frío, mucho frío, porque era invierno y afuera estaba nevando. En los cuartos donde me tenían, en los trenes, no había nunca calefacción. Tampoco me estaba permitido fumar, aunque no entiendo muy bien por qué. Cuando me dejaban sólo, a veces me dejaban sólo, siempre había un hombre sentado justo fuera de la puerta de mi cuarto. Todos los cuartos eran iguales. Recuerdo los techos pintados de blanco, las tuberías rojas y azules. Recuerdo un aroma antiséptico, como el de un hospital.
En el delirio, recuerdo, yo tenía un imposible ejemplar de Ficciones traducido al ruso. Yo leía "El jardín de los senderos que se bifurcan" porque entendía que en la historia estaba escondida una clave, quizá del futuro, quizá del papel que tendría yo que jugar en la guerra. El libro y mis ropas eran las únicas pertenencias que se me permitían.
No sé si habré logrado mi cometido, porque eventualmente la fiebre cedió y se fue el delirio. Lo que si sé es que no puedo encontrar mi ejemplar de Ficciones. Creo que lo olvide cuando bajé del último tren.
Comentarios
Saludos... nacho m.