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Orn: Integral Dos Espadas, de Quim Bou


El cómic, como medio, suele aprovechar su plasticidad y expresividad para contar historias de talla y tono épico. Sólo los maestros del género, como Will Eisner en A Contract with God o Alan Moore en A Small Killing son capaces de elevar al medio reduciéndolo, paradójicamente, al ámbito de la novela. Escapar en el cómic a la belleza por la belleza, al despliegue técnico por el simple hecho de poder hacerlo (algo de lo que también peca el cine) es una tarea complicada en un medio que se conoce más por sus propuestas comerciales que artísticas.

En Orn: Integral Dos Espadas, confluyen de manera natural la técnica y la narrativa, el manejo de viñetas y la estructura de la historia. Quim Bou nos propone un mundo medieval donde las personas tienen rostros animales, los animales son sustituidos por insectos gigantes, y los insectos, por pequeños cavernícolas. La idea de Dos Espadas recuerda la genial serie de Stan Sakai, Usagi Yojimbo, y su personaje principal, Orn, también recuerda a Miyamoto Usagi, el genial conejo samurai. Sin embargo, las diferencias entre ambas obras se agradece. Quim Bou actualiza las ideas de Usagi Yojimbo y las pasa por el rico tamiz de la cultura de los trovadores provenzales.

El resultado es un cómic con detalles costumbristas, que ofrece una mirada fresca a una parte de la cultura occidental que suele ser pasada por alto. La valentía y la sabiduría de Orn tienen una raíz mítica, arraigada en su papel de poeta-guerrero, un verdadero trovador (buscador). Todos los personajes de Orn parten como arquetipos fácilmente identificables al lector contemporáneo —el guerrero, el sabio, el fantasma—, que gracias a un hábil manejo de la viñeta y la narración se desdoblan en personajes tridimensionales. De la misma forma, el mundo de Orn, que comienza como un montón de hojas secas voladas por el viento otoñal, cobra vida por la fuerza de ese viento hasta transformarse en un todo pulsante y coherente.

Uno de los grandes aciertos del cómic es su narración cíclica, donde cada estación —comenzando por el otoño— detalla una parte de la búsqueda del trovador, de sus tropiezos y de sus aciertos. Al finalizar el relato, Orn es a la vez un personaje redondo y arquetípico.

La pluma de Quim Bou guarda sorpresas a cada cambio de página, pero nunca son efectistas. Si acaso, en ocasiones peca de humildad. Las viñetas cerradas, en plano detalle, se abren a planos generales o panorámicos que muestran una historia muy distinta. La elección del nivel de detalle tiene un alcance ético. Donde en el detalle, escondido, bajo los pies del héroe, se encuentra la efigie de un viejo dios del bosque, en los grandes planos—viñeta se alude a la realidad social, a la relación del individuo con su entorno.

Quim Bou varía los formatos de encuadre y aprovecha su tamaño y superposición para el mismo efecto, de manera que a lo largo de una serie de viñetas no sólo se aprecia un desarrollo temporal, sino también moral y psicológico. Una de las primeras secuencias del cómic, por ejemplo, muestra a un grupo de hombres-murciélago luchando contra Orn. Sólo páginas más adelante nos damos cuenta de que estamos leyendo la historia de manera inversa, hasta llegar al origen de esa pelea, donde las acciones en apariencia bestiales de los hombres-murciélago revelan una profundidad inesperada.

En definitiva, en Orn: Integral Dos Espadas, nada es lo que parece a primera vista. En palabras del propio Orn “quizá no… o quizá sí”. El resultado es una historia agradable que permite constantes relecturas. A la vez fantasía e historia, Orn es también un recordatorio de que en Occidente el honor y el amor tienen buenas historias que contar y que las tradiciones europeas todavía tienen muchas posibilidades por explorar.

Una lectura que recomiendo ampliamente.

Se puede adquirir Orn: Integral Dos Espadas, directamente desde la página de Maqui Edicions, tanto en el castellano original como en la traducción (impecable) al catalán. En la página también se puede ver como muestra la historia que abre el volumen de Orn, “Vent de Tardor”.

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