Quizá habría que explicar como llegué a V. de Thomas Pynchon. Años antes, no recuerdo cuantos años antes, me había enrolado para dirigir un torneo de juegos de rol basado en personajes de Marvel y DC. El problema es que yo no leía cómics, así que me puse a leerlos. Me puse a leer Superman, X-men, New Gods, Green Lantern, todo lo que pudo caer en mis manos para entender de que iban esas historias. La verdad sea dicha, no iban de mucho, pero tenían su gramática, su forma muy particular de resolver las cosas. Después del mentado torneo comencé a leer a Will Eisner, a Frank Miller y a Alan Moore. Como casi todo el mundo, empecé a Moore por Watchmen.
Un amigo me prestó Watchmen y me impresionó tanto que quise comprarlo. Pero no había Watchmen en la tienda, sólo había V for Vendetta. Así que me llevé esa novelita a la casa y me la puse a leer. En comparación a Watchmen es una obra muy menor, pero Watchmen no me llevó a ningún lado, salvo a seguir leyendo a Moore (leer a Alan Moore lleva inevitablemente a leer a Javier Marías, lo cual también agradezco, eso sí). Pero también, Watchmen tiene a un montón de fanáticos que lo idolatran sin darse cuenta, por ejemplo, que es muy superior a cualquier cosa que haya hecho Neil Gaiman o Frank Miller y eso termina por desesperar. V for Vendetta, por su parte, era una obra que no llevaba tanto ruido consigo.
Ahora, muchos años después, me doy cuenta de que Alan Moore también escribió esta novela como una suerte de secuela o lado B de V. de Thomas Pynchon. Digamos que todas las posibilidades que V. esboza pero no desarolla, las consecuencias tristes pero lógicas de la trama de la novela de Pynchon, vistas 20 años después, Moore las desarrolla y las aplica en V for Vendetta, a veces de manera algo infantil, sobretodo en la primera parte de la novela. De hecho, una de las cosas más interesantes es ver la maduración del artista a media obra, cuando deja de ser una simple historia de ciencia ficción distópica llena de explosiones a volverse una reflexión sobre el poder que todavía está vigente.
Moore desarrolla en su V lo que llevará a la perfección en Watchmen, el manejo de símbolos cuyo significado pervade la historia, pero un significado que cambia, gira, se pervierte, pervierte e invade al lector, un símbolo (en este caso la V del título) cuyas posibilidades ya no se atienen al tiempo lineal de toda narración, sino que sus operaciones pueden moverse en cualquier dirección, tanto en el tiempo narrativo como en el espacio gráfico de la obra.
Lo genial del título está en eso. Ya en el prólogo Moore avisa que cambia el significado de la uve de la victoria por el más oscuro de uve de venganza. ¿Pero en realidad hay una vendetta en V for Vendetta? Quizá durante la primera parte de la novela creemos que sí, pero conforme se opera ese cambio a nivel simbólico, también cambia el sentido de la cruzada personal del enmascarado paciente del cuarto cinco (V), deja de ser una venganza para convertirse en un profundo acto de libertad. Curiosamente, o no tan curiosamente si se piensa en el zeitgeist, el acto final de V recuerda mucho al gesto de humanidad del replicante Roy Batty en Blade Runner, historia que, si se piensa, tiene más en común con V for Vendetta que con la novela de Dick que inspiró la cinta.
Después de V., Thomas Pynchon escribe V-2, es decir, la historia que comienza con un bombardeo de de cohetes V-2, El arcoiris de la gravedad. Alan Moore hace una operación similar y después de su uve escribe su doble uve: Watchmen. Yo llegué a la V de Thomas Pynchon leyendo la V de Alan Moore y de esa forma mi propia operación simbólica se completa.
Comentarios
Guillermo: ¿?