Esto es un rant. No me va a dejar de molestar por un rato, así que no voy a intentar escribir algo razonado. Mis disculpas de nuevo.
Luis González de Alba publica en Milenio su misógina columna ¿Cuotas de género?, que hace que se me engarroten las manos del coraje. En resumen, dice que las mujeres como género no sirven para la literatura porque "los hombres somos competitivos en todas las áreas, sin excepción". De hecho, también dice que "las buenas tetas" y "buenas nalgas" imposibilitan a las mujeres para los deportes. De paso —haciendo gala de una incapacidad absoluta para la coherencia temática— dice que sólo los homosexuales hacen buenos bailarines o diseñadores. Ahí va el párrafo más idiota:
Perdón si el párrafo no tiene mucho sentido. Sólo lo cito tal cual. Ya me imagino que Sandro Cohen podrá hacer delicias sobre la concordancia con él. No me detengo más en la pésima redacción, que no tiene la culpa. De hecho, haré un esfuerzo por no concentrarme en la estupidez pasajera de la columna y me centraré en la escencial.
Dice González de Alba que aparecen más hombres que mujeres en su revista Nexos porque los hombres son más competitivos. Entonces, ¿cómo es que en la lista de 20 escritores de menos de 40 años de The New Yorker hay 10 mujeres? ¿Me va a decir que a Michiko Kakutani la literatura le tiene sin cuidado? Para el caso, olvidemos que el fútbol soccer es el deporte de mayor crecimiento entre mujeres en los Estados Unidos, porque quizá resulte que en su argumento evolutivo, los norteamericanos no son personas, sino robots, y se rigen por otras leyes.
Acá voy a aventurar otra teoría —ya que están de barata, por lo que veo—, que quizá desmerezca porque no soy colaborador de Nexos: En las sociedades civilzadas, es decir, aquellas en las que la fuerza física del torso del macho homo sapiens ya no es esencial, en las que la reproducción biológica deja de ser el fin último del acto sexual, en las que el conocimiento es un valor esencial, las mujeres inmediatamente ocupan espacios de igualdad en una gran cantidad de áreas, incluyendo la literatura, los deportes y el diseño de interiores. En resumen, la presencia de mujeres en todos los ámbitos sociales es un indicador del desarrollo de una sociedad.
México todavía no es esa sociedad. Las mujeres mexicanas viven abiertamente bajo la amenaza de violencia física, social y emocional. Esta violencia no discrimina niveles económicos, sociales o culturales. Viven también bajo el prejuicio machista y misógino de que ciertos ámbitos no son de su interés, del cual la columna de González de Alba es una muestra perfecta. El prejuicio y la violencia no las hacen por sí mismos menos capaces, pero si obligan a las mujeres a lidiar con un handicap impuesto por la sociedad: no pueden acceder a las mismas oportunidades que los hombres. El machismo y la misoginia, por desgracia, tampoco discrimina géneros: hombres y mujeres los practican por igual.
El resultado último es que no haya suficientes mujeres, por ejemplo, en la política o en la literatura. Si no hay suficientes quiere decir que algo va muy mal en la sociedad, no que "los hombres son más competitivos". Y sí di a entender que los norteamericanos son más civilizados, me disculpo otra ves. Basta leer los comentarios sobre el mal trato que sufrió Ines Sainz en los vestidores de los Jets de Nueva York, escritos por hombres y mujeres también.
Luis González de Alba publica en Milenio su misógina columna ¿Cuotas de género?, que hace que se me engarroten las manos del coraje. En resumen, dice que las mujeres como género no sirven para la literatura porque "los hombres somos competitivos en todas las áreas, sin excepción". De hecho, también dice que "las buenas tetas" y "buenas nalgas" imposibilitan a las mujeres para los deportes. De paso —haciendo gala de una incapacidad absoluta para la coherencia temática— dice que sólo los homosexuales hacen buenos bailarines o diseñadores. Ahí va el párrafo más idiota:
Los hombres somos competitivos en todas las áreas, sin excepción. Y lo somos porque asumimos las actividades más riesgosas, como la defensa contra otros machos, o la guerra en humanos. Y asumimos los riesgos porque los machos son sustituibles, las hembras no. Si un gallo se me muere, todas mis gallinas resultarán fecundadas por los restantes. La especie ahorra alimento si tiene más hembras que machos. Por eso manda hombres a matarse entre sí y en los naufragios oímos el grito “mujeres y niños primero”: son los resabios de nuestra evolución.
Perdón si el párrafo no tiene mucho sentido. Sólo lo cito tal cual. Ya me imagino que Sandro Cohen podrá hacer delicias sobre la concordancia con él. No me detengo más en la pésima redacción, que no tiene la culpa. De hecho, haré un esfuerzo por no concentrarme en la estupidez pasajera de la columna y me centraré en la escencial.
Dice González de Alba que aparecen más hombres que mujeres en su revista Nexos porque los hombres son más competitivos. Entonces, ¿cómo es que en la lista de 20 escritores de menos de 40 años de The New Yorker hay 10 mujeres? ¿Me va a decir que a Michiko Kakutani la literatura le tiene sin cuidado? Para el caso, olvidemos que el fútbol soccer es el deporte de mayor crecimiento entre mujeres en los Estados Unidos, porque quizá resulte que en su argumento evolutivo, los norteamericanos no son personas, sino robots, y se rigen por otras leyes.
Acá voy a aventurar otra teoría —ya que están de barata, por lo que veo—, que quizá desmerezca porque no soy colaborador de Nexos: En las sociedades civilzadas, es decir, aquellas en las que la fuerza física del torso del macho homo sapiens ya no es esencial, en las que la reproducción biológica deja de ser el fin último del acto sexual, en las que el conocimiento es un valor esencial, las mujeres inmediatamente ocupan espacios de igualdad en una gran cantidad de áreas, incluyendo la literatura, los deportes y el diseño de interiores. En resumen, la presencia de mujeres en todos los ámbitos sociales es un indicador del desarrollo de una sociedad.
México todavía no es esa sociedad. Las mujeres mexicanas viven abiertamente bajo la amenaza de violencia física, social y emocional. Esta violencia no discrimina niveles económicos, sociales o culturales. Viven también bajo el prejuicio machista y misógino de que ciertos ámbitos no son de su interés, del cual la columna de González de Alba es una muestra perfecta. El prejuicio y la violencia no las hacen por sí mismos menos capaces, pero si obligan a las mujeres a lidiar con un handicap impuesto por la sociedad: no pueden acceder a las mismas oportunidades que los hombres. El machismo y la misoginia, por desgracia, tampoco discrimina géneros: hombres y mujeres los practican por igual.
El resultado último es que no haya suficientes mujeres, por ejemplo, en la política o en la literatura. Si no hay suficientes quiere decir que algo va muy mal en la sociedad, no que "los hombres son más competitivos". Y sí di a entender que los norteamericanos son más civilizados, me disculpo otra ves. Basta leer los comentarios sobre el mal trato que sufrió Ines Sainz en los vestidores de los Jets de Nueva York, escritos por hombres y mujeres también.
Comentarios
En fin... Opiniones y gente tonta. Espero que se te pase el enojo, querido René.