Además de V for Vendetta, hay otro libro de Alan Moore al que le debo mucho y que quizá sea mi libro favorito del autor, Snakes and Ladders. El librillo es más bien la puesta en cómic de un performance que hizo el autor en el salón de alguna sociedad mágica en alguna parte de Inglaterra. Es una obra posterior de Moore, cuando ya había descubierto que su vocación no era ser guionista de comics sino mago, el mismo Moore que escribió uno de los pocos estudios serios del significado de la sexualidad humana en el número 10 de Promethea, "Sex, Stars and Serpents". Snakes and Ladders es un ensayo sobre el significado de la vida, la magia y el arte (para este momento son para Moore ya la misma cosa) y su lectura lleva inevitablemente a Javier Marías, como creo que ya había dicho. Tiene una de las mejores frases acerca de la vida que he leído: "We all think we play a kings game, but in the end it is all snakes and ladders".
Los juegos de Moore con los símbolos y su propio interés por la magia (casi todo Promethea no es otra cosa sino un grimorio en forma de comic book) han hecho que tenga un interés crónico por la magia moderna. No es, en absoluto, que crea en la magia. Soy demasiado cínico y demasiado excéptico para ello, pero, como dicen la mayoría de los magos modernos: no importa que la magia no exista, lo importante es que funciona. La atracción por las ideas de la magia van desde la lectura de los clásicos de la magia como Eliphas Levi o Aleister Crowley, pasando por las ideas de la magia del caos de Peter Carroll. Quizá debo a esas lecturas y a otras como La trilogía de los Illuminati de Robert Shea y Robert Anton Wilson mis tendencias cariñosas hacia el discordianismo. (¡Salve Eris! ¡Fnord!) Esa misma línea de lecturas me llevó a leer a Robert Graves y a James Frazer, por vía del ciclo de novelas del Mythago Wood de Robert Holdstock.
Fuera de la amplia obra de Alan Moore, no me había encontrado con una aplicación seria y exitosa de los principios de la magia moderna en la literatura hasta que me tropecé con This Town Will Never Let Us Go de Lawrence Miles (de la misma forma con que no me volvería a atravesar con la variedad de brujería de This Town hasta el año pasado, en Los muertos de Jorge Carrión). Pero antes de hablar más del libro, tendría que hablar un poco sobre su autor.
Lawrence Miles es un hombre que vive obsesionado por la idea del viaje en el tiempo. Esa idea lo lleva, trágicamente, a asociarse con los fanáticos de la serie de ciencia ficción inglesa Doctor Who, cuyos encantos se me escapan por completo. Comienza a escribir novelas basadas en el universo de Doctor Who, pero nadie las entiende: sus técnicas narrativas son demasiado extrañas, demasiado literarias y exigentes con el lector promedio. Pero no las lee el lector promedio, las lee el lector consumista de aventuras de el doctor, que apenas tiene un grado mínimo de comprensión lectora. Por poner una comparación extraña pero acertada, es como si Agustín Fernández Mallo en vez de publicar en Alfaguara escribiera novelas rosas para Bianca.
Miles es, además, un crítico cultural muy agudo. Su última obra, que todavía puede leerse entera en su blog, son las memorias que Jack el Destripador escribe mientras vacaciona, tres meses al año, en el 2008. Está convencido, entre otras cosas, que la cultura es la clave para viajar en el tiempo. Es así como crea a un culto vudú de viajeros en el tiempo que usan máscaras del cráneo de conejos prehistóricos gigantes que nunca existieron y que va por la Historia creando paradojas.
Pero, en This Town Will Never Let Us Go, el culto nunca aparece como tal, sino como un fenómeno mediático. Narrada en tiempo real, This Town cuenta la historia de una joven mago que trata de realizar un ritual para hacer que la Ciudad despierte antes de que sea destruida por la guerra temporal que ha intersectado con ella. Es un ritual y una guerra que se hace desde la cultura (the Culture-at-large): desde las transmisiones televisivas, las marcas comerciales, las ondas de radio, las cintas magnéticas y los grandes tótems modernos: las estrellas pop. Inangela, la protagonista, invoca a los Muppets, usa como cáliz una botella de Coca-cola y llama los rayos con canciones de heavy metal:
From up here you can see it all, hear it all, taste most of it and feel the rest when the electric lights and the satellite signals prickle against your skin. The town, from midnight to six, marked out in the headlights and the flash-fire of a culture in War-tine. Séance-messages written in the patterns of the road signs, and ghost-transmissions scrambled in the background noise of the traffic. Animal scent-signals from the fried food stands. All describing something, buried under the tarmac and the street-geometry.
No es una novela sencilla de seguir y quizá por lo mismo, porque había un abismo entre el público para el que se comercializó y la ambición del autor, fue un fracaso comercial estrepitoso. Miles no ha vuelto a publicar otra novela, aunque de vez en cuando escribe en su otro blog unas reflexiones deliciosas sobre la sociedad del consumo a partir del más nuevo capítulo de Doctor Who.
Comentarios
Nunca se me había ocurrido leer nada de Alan Moore ni Lawrence Miles, pero los sumo a la lista...infinita.
Saludos