En Cetrería, Guillermo Nuñez reproduce el artículo ¿(En) qué estás leyendo? con el cual colaboró en el número más reciente de la revista Tierra Adentro, como parte de un dossier llamado "El futuro de la lectura. Reflexiones en torno al libro electrónico". Ironía de ironías, el dossier sobre el libro electrónico solo puede consultarse en papel. La semana pasada leí el dossier mientras esperaba mesa para pasar al bufet de Liverpool. Aprovecho que Guillermo comparte su artículo en línea (lo que implica que las cosas no salieron como estaban planeadas) para comentar un par de cosas. Así que vayan, lean el artículo de Guillermo, y luego vuelvan. O quédense leyendo Cetrería, que siempre es más interesante que esta memoria. O vayan a leer el blog de Ivan Thays, que para gustos los colores.
¿De vuelta? Bien. Estoy completamente en contra de la idea que plantea Guillermo:
Guillermo concluye que estamos perdiendo el tiempo en discutir "si un modelo de martillo tiene mejor agarradera". Ahora, yo paso un buen tiempo de mi día discutiendo sobre las agarraderas de los martillos: ¿Quién es mejor quarterback, Joe Montana o Peyton Manning? ¿Qué es mejor, tirar un dado de veinte caras o dos dados de diez? ¿Quién ganaría en una lucha en lodo entre Vin Diesel y Dwayne Johnson? Espero que lo anterior sea suficiente para mostrar mi maestría sobre tema bizantinos. Creo que puedo identificar uno cuando lo veo. Y el tema del libro electrónico no va de las agarraderas de los martillos.
Tengo en mi Sony Reader 60 libros. Podría tener más, pero ya de por sí se me hace ridículo cargar 60 libros cuando a lo mucho leo dos o tres a la vez (ese problema es nuevo, pero lo dejo para otra ocasión). Entre esos libros leídos o medio leer están The Particular Sadness of Lemon Cake de Aimee Bender, Freedom de Jonathan Franzen y Born to Run de Christopher McDougall. Al final de su artículo, Guillermo propone:
Al menos en mi caso, debo agregar, la experiencia retiniana de leer una novela en la pantalla del ordenador es algo que no quiero repetir. Lo hice una vez: para leer Eclipse de Stephanie Mayer el mismo día que salió (benditos piratas). No fue nada agradable para mis ojos y gracias a la tinta electrónica, no tengo que volver a pasar por esa experiencia nunca más. ¿En que más cambia la experiencia retinal la tinta electrónica? Puedo poner el tamaño de la letra que quiera. En lo personal, implica que puedo leer con comodidad sin lentes o en el camión. Pero para ciertos lectores, ese tamaño de letra es la diferencia entre poder leer y no poder leer nada.
Sí, los libros están hechos de ideas. Las ideas no pesan mucho por sí mismas, pero una copia de Infinte Jest de David Foster Wallace tiene cinco centímetros de grosor y pesa un kilo y doscientos gramos. Un Kindle pesa 250 gramos y tiene 9 milímetros de grueso. ¿Cuál te llevas para leer en el camión? Quizá sea que soy una del reducido número de personas que se preocupa por la materialidad de cómo recibe su dosis de ideas, pero creo que no es sólo eso. Más bien creo que soy del reducido grupo de personas que se preocupa por recibir la dosis de ideas que quiere (y necesita), ese grupo al que Guillermo hace mención es el último párrafo. Si los múltiples defectos de los libros de papel hacen que no las reciba, voy a buscar un medio que sí me las entregue.
"¿Por qué estamos tan apurados por la plataforma en la que se presentan?" Porque si no nos apura, el futuro de los libros va a ser mucho peor que el presente.
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¿De vuelta? Bien. Estoy completamente en contra de la idea que plantea Guillermo:
¿Por qué estamos tan apurados por la plataforma en la que se presentan? ¿Realmente altera la tinta electrónica los hábitos de lectura a un grado que la experiencia retinal de leer palabras en una plataforma u otra sea completamente distinta?
Guillermo concluye que estamos perdiendo el tiempo en discutir "si un modelo de martillo tiene mejor agarradera". Ahora, yo paso un buen tiempo de mi día discutiendo sobre las agarraderas de los martillos: ¿Quién es mejor quarterback, Joe Montana o Peyton Manning? ¿Qué es mejor, tirar un dado de veinte caras o dos dados de diez? ¿Quién ganaría en una lucha en lodo entre Vin Diesel y Dwayne Johnson? Espero que lo anterior sea suficiente para mostrar mi maestría sobre tema bizantinos. Creo que puedo identificar uno cuando lo veo. Y el tema del libro electrónico no va de las agarraderas de los martillos.
Tengo en mi Sony Reader 60 libros. Podría tener más, pero ya de por sí se me hace ridículo cargar 60 libros cuando a lo mucho leo dos o tres a la vez (ese problema es nuevo, pero lo dejo para otra ocasión). Entre esos libros leídos o medio leer están The Particular Sadness of Lemon Cake de Aimee Bender, Freedom de Jonathan Franzen y Born to Run de Christopher McDougall. Al final de su artículo, Guillermo propone:
La sed de conocimiento pero, sobre todo, el ansia por suplir esta necesidad, es algo que en realidad está destinado a un puñado de personas. Que ese puñado de personas, invito ahora, se ponga a leer. ¿En qué medio? El que sea, francamente.Pero yo no puedo leer esos libros en otra cosa que no sea mi Sony Reader. El medio no me da igual, porque si no me meto a Internet a hacerme de esos libros, quizá nunca los iba a leer, ya sea porque nunca iban a llegar a México, porque el costo de importarlos los sacaría de mi rango de precios. The Raw Shark Texts de Stephen Hall llevaba años en mi wishlist de Amazon, pero hasta que no apareció a un click de distancia no me resultó accesible.
Al menos en mi caso, debo agregar, la experiencia retiniana de leer una novela en la pantalla del ordenador es algo que no quiero repetir. Lo hice una vez: para leer Eclipse de Stephanie Mayer el mismo día que salió (benditos piratas). No fue nada agradable para mis ojos y gracias a la tinta electrónica, no tengo que volver a pasar por esa experiencia nunca más. ¿En que más cambia la experiencia retinal la tinta electrónica? Puedo poner el tamaño de la letra que quiera. En lo personal, implica que puedo leer con comodidad sin lentes o en el camión. Pero para ciertos lectores, ese tamaño de letra es la diferencia entre poder leer y no poder leer nada.
Sí, los libros están hechos de ideas. Las ideas no pesan mucho por sí mismas, pero una copia de Infinte Jest de David Foster Wallace tiene cinco centímetros de grosor y pesa un kilo y doscientos gramos. Un Kindle pesa 250 gramos y tiene 9 milímetros de grueso. ¿Cuál te llevas para leer en el camión? Quizá sea que soy una del reducido número de personas que se preocupa por la materialidad de cómo recibe su dosis de ideas, pero creo que no es sólo eso. Más bien creo que soy del reducido grupo de personas que se preocupa por recibir la dosis de ideas que quiere (y necesita), ese grupo al que Guillermo hace mención es el último párrafo. Si los múltiples defectos de los libros de papel hacen que no las reciba, voy a buscar un medio que sí me las entregue.
"¿Por qué estamos tan apurados por la plataforma en la que se presentan?" Porque si no nos apura, el futuro de los libros va a ser mucho peor que el presente.
Comentarios
En otras noticias: ¿por qué no escribes un poco más sobre The Particular Sadness of Lemon Cake de Aimee Bender, Freedom de Jonathan Franzen, Born to Run de Christopher McDougall y The Raw Shark Texts de Stephen Hall?
Saludos.
Saludos
este fin de semana me metí a la página de la librería española por internet Casa del Libro y me emocionó enterarme que contaban ya con algunos libros en formato electrónico de los publicados previamente en papel impreso, con el correspondiente menor costo y los prácticamente inexistentes gastos de envio que son, como sabe cualquiera que haya invertido en la adquisición de un texto de fuera del país, lo que suele pegarle más duro a tu bolsillo. Pues bien, luego de dedicarme a checar un buen rato la lista de textos, escojo adquirir dos, específicamente, Nocilla Expierence y La Fortaleza de la Soledad, este último de Jonathan Lethem, y, ¡Oh, amarga sorpresa!, al hacer el anhelado "click" para iniciar la compra, resulta que los susodichos ebooks...¡no están disponibles para su venta y descarga fuera del territorio español!(O europeo, en todo caso. Como sea, prohibido para América Latina está muy claro). De hecho, los respectivos mensajes indicaban muy claramente que su venta estaba prohibida, así sin más, sin ninguna explicación o, por lo menos, una disculpa. Ignoro la política o argumentación o lo que sea que sustente estas decisiones de las librerías en español, y creo que no es el único sitio que aplica esta política de ventas a todas luces retrógrada e imbécil. Ni qué decir lo que sentí cuando lo experimenté en carne propia. En fin, no abundo más en lo que parece que es ya una costumbre con la que nace la comercialización de ebooks, por lo menos en España, donde, para nuestro pesar, está la mayor oferta editorial en nuestro idioma y no sólo en él, pues cuando intenté adquirir un texto en inglés en El Corte Inglés, pues lo mismo. Ahora aprecio más en lo que vale la bendita piratería, que pone a disposición de los lectores de ebooks, y eso nadie puede negarlo, una oferta amplísima que las editoriales en español y que tanto cacarean contra ella están lejísimos de ofrecer por su cuenta. Y estoy hablando de libros en varios idiomas.
Como sea, repito que hay libros que todavía me apetece tener en el formato tradicional, sea por una bonita portada, por la presentación, por oler el papel de sus hojas, etc, etc. Inclusive puedo tener la correspondiente copia electrónica en aras de la permanencia y la mayor comodidad, por ejemplo. Pero, otra vez, sí coincido en que ya no puede dar lo mismo leer usando, una vez que consideras los diversos aspectos, una plataforma o la otra, y creo que con la consolidación gradual del ebook esto va a ser cada vez más evidente
este fin de semana me metí a la página de la librería española por internet Casa del Libro y me emocionó enterarme que contaban ya con algunos libros en formato electrónico de los publicados previamente en papel impreso, con el correspondiente menor costo y los prácticamente inexistentes gastos de envio que son, como sabe cualquiera que haya invertido en la adquisición de un texto de fuera del país, lo que suele pegarle más duro a tu bolsillo. Pues bien, luego de dedicarme a checar un buen rato la lista de textos, escojo adquirir dos, específicamente, Nocilla Expierence y La Fortaleza de la Soledad, este último de Jonathan Lethem, y, ¡Oh, amarga sorpresa!, al hacer el anhelado "click" para iniciar la compra, resulta que los susodichos ebooks...¡no están disponibles para su venta y descarga fuera del territorio español!(O europeo, en todo caso. Como sea, prohibido para América Latina está muy claro). De hecho, los respectivos mensajes indicaban muy claramente que su venta estaba prohibida, así sin más, sin ninguna explicación o, por lo menos, una disculpa. Ignoro la política o argumentación o lo que sea que sustente estas decisiones de las librerías en español, y creo que no es el único sitio que aplica esta política de ventas a todas luces retrógrada e imbécil. Ni qué decir lo que sentí cuando lo experimenté en carne propia. En fin, no abundo más en lo que parece que es ya una costumbre con la que nace la comercialización de ebooks, por lo menos en España, donde, para nuestro pesar, está la mayor oferta editorial en nuestro idioma y no sólo en él, pues cuando intenté adquirir un texto en inglés en El Corte Inglés, pues lo mismo. Ahora aprecio más en lo que vale la bendita piratería, que pone a disposición de los lectores de ebooks, y eso nadie puede negarlo, una oferta amplísima que las editoriales en español y que tanto cacarean contra ella están lejísimos de ofrecer por su cuenta. Y estoy hablando de libros en varios idiomas.
Como sea, repito que hay libros que todavía me apetece tener en el formato tradicional, sea por una bonita portada, por la presentación, por oler el papel de sus hojas, etc, etc. Inclusive puedo tener la correspondiente copia electrónica en aras de la permanencia y la mayor comodidad, por ejemplo. Pero, otra vez, sí coincido en que ya no puede dar lo mismo leer usando, una vez que consideras los diversos aspectos, una plataforma o la otra, y creo que con la consolidación gradual del ebook esto va a ser cada vez más evidente
este fin de semana me metí a la página de la librería española por internet Casa del Libro y me emocionó enterarme que contaban ya con algunos libros en formato electrónico de los publicados previamente en papel impreso, con el correspondiente menor costo y los prácticamente inexistentes gastos de envio que son, como sabe cualquiera que haya invertido en la adquisición de un texto de fuera del país, lo que suele pegarle más duro a tu bolsillo. Pues bien, luego de dedicarme a checar un buen rato la lista de textos, escojo adquirir dos, específicamente, Nocilla Expierence y La Fortaleza de la Soledad, este último de Jonathan Lethem, y, ¡Oh, amarga sorpresa!, al hacer el anhelado "click" para iniciar la compra, resulta que los susodichos ebooks...¡no están disponibles para su venta y descarga fuera del territorio español!(O europeo, en todo caso. Como sea, prohibido para América Latina está muy claro). De hecho, los respectivos mensajes indicaban muy claramente que su venta estaba prohibida, así sin más, sin ninguna explicación o, por lo menos, una disculpa. Ignoro la política o argumentación o lo que sea que sustente estas decisiones de las librerías en español, y creo que no es el único sitio que aplica esta política de ventas a todas luces retrógrada e imbécil. Ni qué decir lo que sentí cuando lo experimenté en carne propia. En fin, no abundo más en lo que parece que es ya una costumbre con la que nace la comercialización de ebooks, por lo menos en España, donde, para nuestro pesar, está la mayor oferta editorial en nuestro idioma y no sólo en él, pues cuando intenté adquirir un texto en inglés en El Corte Inglés, pues lo mismo. Ahora aprecio más en lo que vale la bendita piratería, que pone a disposición de los lectores de ebooks, y eso nadie puede negarlo, una oferta amplísima que las editoriales en español y que tanto cacarean contra ella están lejísimos de ofrecer por su cuenta. Y estoy hablando de libros en varios idiomas.
Como sea, repito que hay libros que todavía me apetece tener en el formato tradicional, sea por una bonita portada, por la presentación, por oler el papel de sus hojas, etc, etc. Inclusive puedo tener la correspondiente copia electrónica en aras de la permanencia y la mayor comodidad, por ejemplo. Pero, otra vez, sí coincido en que ya no puede dar lo mismo leer usando, una vez que consideras los diversos aspectos, una plataforma o la otra, y creo que con la consolidación gradual del ebook esto va a ser cada vez más evidente