Bien vista, la literatura mexicana es como el país que la produce. Como México, su literatura es caótica, sucia, extraña. Tal como su tierra: la literatura mexicana produce flores en el desierto. Como sus ciudades, la literatura mexicana pasa del asombro al esperpento en una sola página. La literatura mexicana es ignorante, insular, cosmopolita, conocedora, elegante, ruín, vivaz, egoísta, colorida, ambiciosa y cabizbaja. Como México, su literatura es milagrosa.
Sólo en México pudo haber existido Francisco Tario: un escritor brillante, adelantado a su tiempo, que se las arregló a pasar desapercibido. Más bien: sólo en México un escritor brillante, adelantado, pero ignorado, mantiene vivo un círculo de lectores, a pesar de que sus libros hayan dejado de ser editados durante décadas, a pesar del silencio de la crítica, a pesar de haber escrito en un país donde nadie lee (libros, ya se sabe).
Si la literatura de Tario, libros como La noche o Equinoccio, se hubieran conocido en toda Latinoamérica al momento de su aparición, el destino de esa literatura hubiera cambiado. No creo estar exagerando. Quizá Tario lo sabía o lo suponía y es por eso que prefirió no entrar en los juegos sociales y políticos que requería (requiere) jugar para ser alguien en las letras mexicanas. Tal vez Tario estaba confiado en que su obra perduraría. También es probable, y yo me inclino por esta opción, que no le importara mucho lo que pasaría con su obra ni con la literatura en general.
Eso sigue sin explicar como, tras la obra de Tario, se funda una leyenda y una secta: una leyenda de libros nunca vistos, pero que muchos han leído. Repito: libros que muchos han leído, con emoción, en un país sin lectores. Son libros extraños, en los que se han tratado de ver relaciones con Rulfo y Arreola, pero que en realidad sólo tienen que ver con Tario. Libros en los que se siente la influencia de autores como Villiers de l’Isle-Adam, aunque el escritor nunca lo ha leído. Lectores fantasma de una obra fantasma publicada en libros fantasma, redactados e imaginados por un autor fantasma, con influencias igual de fantasmagóricas. ¿Quién hará sido el primer lector de Tario? ¿Llegará el momento en que aparezca el último?
Tal y como van las cosas, los libros de Tario se seguirán leyendo tras la desaparición del papel, de los libros, de la literatura, de los seres humanos. Esa secta extraña que regala libros de Francisco Tario (y quien descubre que pertenece a la secta es expulsado) seguirá existiendo más allá del invierno atómico y del enfriamiento del universo. Como el diablo, el mejor truco de Tario es convencer a los demás de que no existe.
Comentarios
Creo que a Tario lo mejor que puede hacer uno es leerlo. Saludos.