Para aquellos que aún no lo saben, soy un francófilo empedernido. En especial, en lo que se refiere a la música y la poesía. Al explorar esas aficiones, descubrí el primer álbum de Carla Bruni, Quelqu'un M'a Dit, que no es especialmente el tipo de música que prefiero, pero al cual le fui ganando cariño con el tiempo.
Ahora bien, Carla Bruni es una persona bastante bendecida: es la heredera de una cuantiosa fortuna y tiene el porte suficiente para ser una de las modelos mejores pagadas del mundo. Ha tenido relaciones románticas con Mick Jagger y Eric Clapton, de quienes probablemente aprendió lo suficiente para lanzarse en un una carrera como cantautora. En Quelqu’un M’a Dit presentaba doce temas escritos e interpretados en francés e italiano, por ella misma, y acompañados solamente de una guitarra acústica. La voz de Bruni no es perfecta, pero es suave y acariciante; las letras no son impactantes, mas logran transmitir al escucha un ambiente íntimo y elegante. La música, balada francesa con toques de country, tampoco es increíble, aunque es juguetona y se deja escuchar.
Hace poco descubrí que Carla Bruni había sacado un nuevo disco, que me apresuré a conseguir. En cuanto escuché la primera canción estuve a punto de montar en cólera: el disco estaba en inglés. ¡En inglés! Y es que la voz suave como seda (no exagero) de Bruni no se disfruta igual en francés que en inglés. Estaba a punto, como decía, de montar en cólera, cuando dos versos de la canción me sonaron familiares:
I carry the sun in a golden cup.
The moon in a silver bag.
Tras una rápida consulta a mi biblioteca, comprobé por qué me resultaban familiares. Son versos de un poema de W. B. Yeats, “Those Dancing Days Are Gone”. Entonces descubrí que no sólo eran esos versos, sino que Carla Bruni estaba cantando todo el poema de Yeats, acompañándose de una guitarra acústica y una armónica. ¡Yeats, en una balada, con toques de blues! Es una idea tan mala que resulta ser muy buena.
El resto de este nuevo disco de Carla Bruni, No promises, toma sus letras de otros poemas de Yeats, de Emily Dickinson, de W. H. Auden y Dorothy Parker. No puedo imaginarme la reacción de los poetas al escuchar este disco. Al menos, supongo, nadie podrá quejarse de que las letras sean malas. La combinación de estos poemas con la voz y la música suave de Bruni resulta extraña, pero disfrutable. En definitiva, un disco que vale la pena escucharse; otra forma de acercarse a la poesía de habla inglesa.
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