La Carmen Larraín por su parte contó cómo eran los fantasmas japoneses. En el Celeste Imperio, cuando un anciano muere, se toman en cuenta las posiciones en que han quedado en el plato todas las espinas de todos los pescados que ha comido en su vida. Si forman un círculo satisfactorio, se va al Paraíso. Si no, se vuelve un fantasma dedicado a enseñarle buenos modales en la mesa a los niños. Y los que no tenían éxito en este cometido, terminó, se volvían maestros de ikebana.
Fragmento de Los fantasmas de César Aira
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