Hoy fui a ver otra vez Inland Empire. La sala estaba hasta el tope. Había gente con libros, es decir, leían mientras empezaba la cinta, iban solos. Otros hablaban de cine. No hablaban de Spiderman 3 o de Los piratas del Caribe. Hablaban de cine. Otros más eran ellos mismos artistas: actores, escritores, cineastas. Más que una proyección, parecía una fiesta.
Durante la primera hora, la sala estuvo llena de risas. Creo que Lynch tenía planeado que fuera así. En la segunda hora, hubo un silencio tétrico, gritos, brincos en el asiento. En la tercera, angustía, desconcierto. Muchos aplaudieron (antes de tiempo) el final de la cinta. Otros pocos se salieron antes del final. Muchos de los que entraron ayer repitieron.
Me hice el firme propósito de no leer los subtítulos, que son infames, y la película tuvo mucho más sentido. Comienzo a entenderla. La disfruté más esta vez y se me hizo mucho menos larga. Creo que sí, sí es la obra maestra de Lynch.
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