Leo en casimposible que Javier Sicilia ha terminado por pedir disculpas a Evodio Escalante. Para este espectador imparcial, que sigue sin leer el Tríptico del desierto pero que se ha hecho la firme promesa de encontrarlo, leerlo y reseñarlo en un futuro próximo, la disculpa ha provocado un levantamiento de ceja. La culpa de todo, al final, es del Internet. En serio.
Una de las pocas cosas verdaderamente útiles que aprendí en la Facultad de Filosofía y Letras es que todo lo que escribes puede ser usado en tu contra. Si bien me parece excesivo llamar a Sicilia plagiario y a Escalante cerdo, me extraña más que ambos no se hayan detenido un momento a ver lo que habían escrito antes de que se publicara en un periódico, sólo para después desdecirse uno y el otro, unas semanas después. Esa es la inmediatez que cabe esperar de los textos electrónicos, donde basta presionar un botón para publicar. Pero la culpa es de Internet, ya se sabe. Internet, que se lleva al diablo la poética y la Tradición y lleva a los hombres ilustres a insultarse cual pelea de cantina.
Sin embargo, hay en esta polémica(!) algo que me llamó lo suficiente la atención como para dedicarle tres notas. Quizá es que me asombra que un libro de poemas todavía pueda levantar discusión. Claro, si se compara con la discusión que ha levantado la reciente derrota de la selección mexicana de fútbol, se ve el grado con el que afectan las cosas.
Una de las pocas cosas verdaderamente útiles que aprendí en la Facultad de Filosofía y Letras es que todo lo que escribes puede ser usado en tu contra. Si bien me parece excesivo llamar a Sicilia plagiario y a Escalante cerdo, me extraña más que ambos no se hayan detenido un momento a ver lo que habían escrito antes de que se publicara en un periódico, sólo para después desdecirse uno y el otro, unas semanas después. Esa es la inmediatez que cabe esperar de los textos electrónicos, donde basta presionar un botón para publicar. Pero la culpa es de Internet, ya se sabe. Internet, que se lleva al diablo la poética y la Tradición y lleva a los hombres ilustres a insultarse cual pelea de cantina.
Sin embargo, hay en esta polémica(!) algo que me llamó lo suficiente la atención como para dedicarle tres notas. Quizá es que me asombra que un libro de poemas todavía pueda levantar discusión. Claro, si se compara con la discusión que ha levantado la reciente derrota de la selección mexicana de fútbol, se ve el grado con el que afectan las cosas.
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