Limones amargos, de Lawrence Durrell
En algún momento de 1953 Lawrence Durrell llegó a vivir Chipre como llegaban a vivir los escritores ingleses a partes extrañas de Europa en aquellos tiempos: pobre, desconocido y sin amigos. Mientras estaba ahí, se desató la guerra de independencia.
Limones amargos es la historia de los tres años que Durrell pasó en Chipre. Muchas de sus experiencias en la isla van a tener una fuerte influencia en su obra maestra, El Cuarteto de Alejandría. Si se han leído las dos obras, los paralelismos son obvios.
Toda la narrativa de Durrell tiene una cualidad fantasmagórica, en el sentido en que habla de países y naciones —y por tanto culturas— que ya no existen y que sólo existieron en una pequeña franja de tiempo en la historia humana. De la Alejandría del Cuarteto ya no quedan más que algunos accidentes geográficos; el Chipre de Limones amargos desapareció en oleadas de invasiones y ocupaciones. Queda el libro.
Compré este libro en cinco pesos en una enorme pila de saldos, en una enorme librería de viejo de la calle Donceles. Durante muchos años, todos los libros de Durrell se tenían que comprar así. Hace unos ocho años se volvió a editar el Cuarteto y pronto volvió a recluirse en los anaqueles de las librerías de usados. Como su obra, parece estar condenado a vivir la fama y la gloria sólo en pequeños momentos, antes de perderse de nuevo.
Alguna vez alabado por George Steiner como la salvación de la lengua inglesa, el estilo barroco de Lawrence Durrell va en contra de todo lo que presume hoy el inglés como lenguaje literario. Para sus lectores, sin embargo, es una joya difícilmente comparable, un experimento cuántico del siglo XXI escrito a mediados del siglo XX.
Esta nota forma parte de la serie 30 libros.
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