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30 libros: uno muy divertido



The Anthologist, de Nicholson Baker

The Anthologist cuenta la crisis interna de un poeta de segunda mientras trata de preparar una antología de poesía. No sé si a todos les parezca igual, pero los "poetas" (el entrecomillado es obligatorio) me causan mucha gracia, no como los payasos, que más bien me dan miedo. Si alguna vez quieren reírse mucho y los "poetas" les parecen graciosos, este libro es el mejor. De paso, es una reflexión necesaria e importante sobre la poesía. Pero básicamente, es de risa loca.

Aquí cito un fragmento. Celebremente, Cortázar dijo que las novelas ganan por K.O., pero ésta gana por cosquillas. Vean si no:


I CALLED ROZ and left a message asking if she'd like to come by and help me shampoo the dog. The flea shampoo is turquoise with sparkles and very thick. It's really a two-person job to put it on--one person to work in the suds and one person to hold Smacko's back and aim the shower sprayer. He keeps wanting to shake, spraying turquoise froth everywhere, and he will shake, unless one person keeps a steady, firm hand on the middle of his back.
Roz called and said she'd be by at about six-thirty. I knew she would--she misses the dog like crazy, and who can blame her? I got out some chips and salsa and was sitting in the white plastic chair by the barn door when she drove up. I watched her walk up the driveway, looking very calm and elegant in her dog-washing outfit of jeans and a loose blue shirt with a paint splash on the sleeve. She stopped and said hello to Smacko and picked up something in the sand. I heard her bracelets jingle, a sound I hadn't heard in a while. "Here's a present from the driveway," she said, and she handed it to me. It was a fragment of old china with very fine rule-lines in blue against white. Bits of old china sometimes appear in the driveway as rains wash more of its sand away. I took off my glasses to look at it and thanked her. Then I offered her a chip.
We washed the dog and didn't get too wet, and then she said she had to go. I asked her if maybe she'd like to stay and watch Bull Durham with me. She likes Bull Durham.
"Is it done?" she asked, meaning the introduction.
"It is not done. Nor will it ever be done, for I am not the one to do it."
"Oh, poof," she said. "You just need to apply yourself."
She didn't leave right away, at least. She smiled at the tablecloth. On it was my paperback of Mary Oliver's New and Selected Poems, Volume 1--I seem to be carrying it around the house with me. "So that's what she looks like," Roz said, tilting her head to see the picture on the cover better. It's the blue-tinted photograph in which Mary is wearing some kind of wonderful ulster with a zippered hood, and she's looking off, and she looks heartstoppingly French. "She's beautiful," Roz said. "Is that a recent picture?"
She's about seventy now, I said, and living in Province-town.
"Is she lesbian?"
I said I believed she was, yes.
"It's odd that the woman I most want to look like is a lesbian," she said. Then she said a long goodbye to Smacko and we hugged ceremonially and she drove away.
I didn't want to watch Bull Durham, so I watched three episodes of The Dick Van Dyke Show. Three's about my limit for one night.
Esta entrada forma parte de la serie de 30 libros. Es la séptima entrada, de hecho. Me faltan 23. Flaquean las fuerzas. Debo... resistir. Debo... llegar a Athena.

Comentarios

Luis Panini dijo…
Este libro me pareció muy malo, René.
Unknown dijo…
¿Podrías elaborar un poco?
Luis Panini dijo…
Pues no tanto, sólo que me pareció muy aburrido. Lo leí porque tú me lo recomendaste y por lo general siempre me gusta lo que me recomiendas, pero éste de plano no. No me sacó ni una risilla.

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