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Después de Lalomanu, en Hermano Cerdo

La de ayer, 9 de agosto, es la mejor portada de HermanoCerdo desde que entré a colaborar como editor en la revista. Con el cambio de sitio se levantó la moral del staff, colaboradores y lectores, así que hemos notado una mejora importante en la calidad de los textos. Los invito a que vayan, se den una vuelta y vean si tengo razón o no.

Pero quiero detenerme en la crónica/ensayo que publicamos el martes, "Después de Lalomanu", de Jorge Salavert. Para quien no siga de cerca la revista, les comento que Salavert es la más nueva adición al staff de HermanoCerdo y, entre otras cosas, es una máquina de traducir, que además tiene una mano mágica para gestionar los derechos de traducción.

Este ensayo/crónica, sin embargo, tiene muy poco que ver con la traducción aunque sí mucho con las palabras, con los momentos en que nos fallan, que suelen ser cuando más las necesitamos. Hace unas dos semanas, cuando leí por primera vez el texto, me puse a llorar. Luego le escribí a Salavert para decirle que claro que lo íbamos a publicar. En los días siguientes, lo editamos y lo preparamos para publicación. Le di el texto editado a mi mujer para que lo leyera y también lloró. Como dijo Javier Moreno por Twitter, esta es la crónica más seria y dura que ha publicado la revista en sus cinco años. Es también una de las más tristes y más bellas.

Durante los días anteriores a su publicación me costó trabajo dormir, preocupado de que la presentación que le diéramos fuese la apropiada y que los lectores se comportaran a la altura del texto. Afortunadamente, la respuesta ha sido amable, respetuosa y efusiva. Eso no quiere decir que la crónica me haya dejado descansar. Las palabras de Salavert me han perseguido todos los días desde que leí por primera vez su texto y no me han soltado.

No sé que más decir, excepto exhortarlos a leer "Después de Lalomanu" si todavía no lo han hecho. Quizá podamos encontrar la fuerza de las palabras al compartirlas con los demás.

Comentarios

J.Salavert dijo…
Las más sentidas gracias desde mi corazón roto, René. Encontrar el consuelo en el dolor de las palabras, como dice Joan Margarit, es lo que nos hace humanos. Que en ocasiones no damos con las palabras que quisiéramos, eso es normal. Yo mismo tiro muchos poemas a la papelera. No somos perfectos. ¡Ni queremos serlo!
Y sabes que puedes llamarme Jorge, amigo. Un fuerte abrazo desde la tierra de los Ngunnawal.

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