En el reacomodo de libros en el estudio, decidí dedicar un anaquel para todos los libros que tengo y que por una u otra razón, no he leído. Son unos 30. Están Cormac McCarthy, John Cheever, Sabato, Saramago, Fresán, Lezama Lima, Houellebec. Todo un festín. También en el reacomodo he ordenado libros por temas y autores. Mucha crítica literaria. Mucho Cortázar, Fuentes y Bolaño. También mucho Pynchon y mucho Daniel Sada. Lo peor de todo es que logré dejar un estante y medio vacíos: espacio para más libros. Claro, a fuerza de meter libros en cajas, regalar otros y desear no haber comprado algunos más. Por primera vez en mi vida me planteo la idea de que hay libros para conservar, para tener a la mano, y libros pasajeros, para vender a librerías de viejos o como papel. En esta última lista están todos los best-sellers que he ido acumulando con los años y algunos clásicos que no pienso volver a leer. Conservo con cariño, aunque sin mucha ilusión de conservarlo, mi primer libro: una novelización de El imperio contraataca.
Twin Peaks o los hombres que no amaban a las mujeres Advertencia: este texto contiene la revelación del misterio esencial de las primeras dos temporadas de Twin Peaks: quién es el asesino de Laura Palmer. Revela más bien muy poco de las líneas argumentales de la tercera temporada, si bien su intención es esbozar algunas líneas para reflexionar sobre su desenlace. El 26 de abril de 1990, unos 17 millones de personas vieron lo que muchos críticos califican como una de las escenas más graciosas e inquietantes de la historia de la televisión. En el cuarto episodio de la primera temporada de Twin Peaks , “Rest in Pain”, un desconsolado Leeland Palmer —en una gran interpretación de Ray Wise— se lanza sobre el féretro de Laura, su hija asesinada, durante el entierro. El mecanismo elevador del ataúd se activa y padre e hija descienden juntos al agujero en la tierra, pero una avería provoca que se eleve de nuevo. Mientras Ray llora sobre la caja que contiene al cuerpo de su hija, el féret
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