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Amazon o los delirios del poder


Ya es noticia vieja. Hace unas semanas, Amazon desapareció sin previo aviso copias de 1984 y Animal Farm de George Orwell de los Kindles de sus usuarios. La ironía es evidente. El problema radicaba en que los editores de esos títulos no tenían los derechos para distribuirlo en los Estados Unidos. Algunos han equiparado esto con que una librería se metiera a tu casa para sacar un ejemplar de tu librero. Esto es ridículo, como han señalado varios comentaristas, pero tiene un antecedente en el bando contrario: un famoso video proyectado en los MTV Video Music Awards del 2000 el que los integrantes de Metallica entran a la casa de un joven que había descargado "I Disappear" de Napster y se llevan todas sus cosas. El incidente le costó mucha credibilidad a Metallica y quizá no sea coincidencia que después la banda entrara en uno de sus periodos más grises. Amazon ya no podría tener menos credibilidad, sí se mira su historial. Sin embargo, lidiar con Amazon es como lidiar aquí en México con Telmex. Podrán ser igual de cínicos o despiadados, pero la competencia es igual o peor y su nivel de oferta y servicio no se compara.

Lo más extraño del caso es que pocos han mencionado el hecho de que los propios usuarios pagaron por la tecnología que permitió a Amazon borrar el contenido, de la misma forma que pagan a Microsoft por las puertas traseras por las que la compañía puede alterar o inutilizar su sistema operativo y también por las protecciones que impiden que los reproductores de DVD y Blu-Ray reproduzcan soportes no aprobados. (De la misma forma que los que asistimos a la cadena Cinemex al cine pagamos por ver los estúpidos comerciales del "papá pirata".)

¿Por qué hace esto Amazon? En principio, porque pueden. No hay nada que detenga a Amazon de borrar contenidos. Los clientes han aceptado esto en los términos de servicio al comprar el dispositivo. Y mientras un estudio de mercado no le indique que esta acción sería contraproducente a su negocio (y no lo hizo) no va a dejar de usar estas prácticas. Sin embargo, el caso de Amazon y Orwell no son más que la punta del iceberg de un problema mucho más grande.

En la Argentina, el Grupo Clarín ataca a un blog independiente que cuestiona sus métodos, en un franco acto de censura. Sin embargo, la censura se justifica por medio de la propiedad intelectual: dado que la palabra Clarín es una marca registrada, no puede usarse en nombres de dominio por terceros. Sin importar todas los precedentes y convenciones internacionales de nombres dominio (los de NIC.MX me molestan todos los días para que registre unodetres.com.mx directamente bajo .mx a riesgo de perder el nombre a un tercero) el juez ordena una multa de 500 pesos diarios por cada día que el sitio continúe abierto. ¿Por que hizo esto Grupo Clarín? En principio, porque puede. De la misma forma que el congreso argentino amenaza con pasar una ley para el retraso tecnológico. Qué estas cosas sucedan en el país de América Latina con uno de los mayores niveles de penetración de Internet no es coincidencia. Como dice el dicho, cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Ya en México el partido oficial censuró a El Universal y a Youtube con el mismo argumento: que los videos que señalaban eran de su propiedad (sin importar que la campaña fuera pública y pagada con dinero público). Y Somexfon opina que es ilegal poner la radio en un salón de belleza. Lo hacen porque pueden.

Sin embargo, de comprobarse, la peor forma de censura hasta el momento sería la que ha provocado que se lanzaran ayer ataques informáticos masivos para derribar Twitter, Facebook y Google. (De hecho, al momento de redactar esta nota, todo el servicio de Blogger está inaccesible). Según el jefe de seguridad de Facebook, los ataques habrían salido de Rusia con la finalidad de acallar a un sólo usuario que opinaba sobre el conflicto entre Georgia y Rusia. ¿Por qué hicieron esto, de ser cierto? En principio, porque se puede.

Hagamos lo sencillo: Escandalizarnos. Rasgarse las vestiduras electrónicas es gratis y se ve muy bien en pantalla. Hagamos algo mejor: difundamos esta información. Mientras seamos ratoncillos, podremos escabullirnos de las serpientes y llegar a la villa a contarlo. Aprovechemos la libertad de Internet mientras dure, la libertad de opinión mientras aun se puede. Antes de que borren de 1984. La única forma de que se detengan es que vean que no les conviene. O mejor aún, que no se pueda. Desafortunadamente, el mundo no es Internet, pero de algo cuenta. Estamos frente a una revolución cultural que no le pide nada a la revolución industrial. Y no va a ser una revolución incruenta. Pero de nosotros depende como queden las cosas cuando se asiente la niebla de guerra. ¿Por qué habría que hacerlo? En principio, porque podemos.


Comentarios

Unknown dijo…
¡Excelente entrada!

Y una muy oportuna llamada de atención.
Damián dijo…
Y ya que andamos comentando de represión con referencias de ciencia ficción...

La censura no evita las opiniones. Sólo las acalla. Si no, pregúntenle a los de Farenheit 451.

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